Los cambios maravillosos que se repiten en la tierra y renuevan su fulgor todos los años


Después de los meses de frío, nieve y hielo, sigue lo que han llamado los poetas "el nacimiento del año". Los días se alargan; las plantas reverdecen y se cubren de flores; los pájaros cantan más dulcemente; el mundo se adorna con una nueva vestidura verde; el aire se torna templado; el Sol va calentando más de día en día. Es la primavera, a través de la cual llegamos al verano. Todos sabemos que el verano no dura siempre; el poder de los hombres más sabios del mundo no basta para hacer que se prolongue el verano, ni siquiera un día más de lo que debe durar. El grano se madura para la cosecha, y comienza el otoño; amarillean las hojas, marchítanse las flores y parecen morir; los árboles pierden su ropaje y todas las plantas, antes verdes y preciosas, presentan ahora un aspecto mortecino.

Cede el otoño su lugar al invierno frío y gris; y después, con el retorno de la primavera, los árboles, que parecían muertos, surgen de nuevo ;o la vida. Y es que no mueren realmente, sino que están tan vivos en invierno como en verano; no hacen más que obedecer al influjo de los cambios o estaciones, las cuales se suceden continuamente con tanta regularidad como la noche sucede al día. Hace millones de años que se verifica esta sucesión, y seguirá en lo futuro; y aunque los seres vivientes que habitan en los abismos del océano no se dan cuenta de ellas, nosotros las conocemos muy bien y debemos acomodar nuestra vida a ellas, ni más ni menos como lo hacen los árboles y del mismo modo que estamos despiertos de día y dormimos durante la noche.

En el verano podemos dedicarnos a ocupaciones que es imposible desempeñar en el invierno, e introducimos cambios en la ropa que nos abriga, de modo que nos aligeramos de ella cuando los árboles se visten de hojas, y la aumentamos cuando aquéllos se despojan de sus vestidos.

Indudablemente, es la vista el sentido que mejor nos informa acerca de la Tierra, el más interesante de los astros para nosotros, puesto que vivimos en ella y está relacionada íntimamente con nuestra vida. Sin embargo, al proyectar la mirada lejos de nuestro planeta, descubrimos que existe otro astro de capitalísima importancia para nosotros: el Sol, enorme esfera de fuego que nos presta luz, calor y energía vital.