Cómo se han conservado los restos de animales que vivieron hace muchísimos años


Una de las más recientes aplicaciones de los materiales plásticos transparentes consiste en la conservación de piezas de insectos u otros animales pequeños. El paralelepípedo de material plástico en que está embutido el animal, lo preserva de los agentes atmosféricos destructores, al mismo tiempo que permite su observación. Un trabajo análogo ha estado haciendo la Naturaleza, desde el comienzo de la historia, en la corteza terrestre.

Puede decirse que la maravillosa aventura de la vida comenzó a desarrollarse en los albores de nuestro planeta, en cuanto se dieron las condiciones propicias. Así resulta que la evolución de la corteza terrestre está entretejida con la evolución de las especies animales y vegetales.

La evolución de las capas terrestres corresponde a la Geología histórica; el estudio de los restos orgánicos extinguidos corresponde a la Paleontología. Esas dos ciencias, que tienen fines particulares, están íntimamente relacionadas entre sí, ya que los datos que brinda una de ellas, permiten aclarar muchas incógnitas que se presentan en la otra.

La materia orgánica es de muy fácil destrucción; en cuanto el ser vivo muere, comienza enseguida la descomposición y la putrefacción. En breve tiempo los agentes naturales y las bacterias destruyen por completo los lábiles restos. Pero en el organismo de los animales hay aparatos o sistemas que, por su naturaleza, resisten mucho la acción destructora de los elementos. En particular, el esqueleto de los vertebrados y las conchas que protegen a muchos artrópodos, resisten bastante bien la acción del tiempo. Si un animal, después de muerto, es sepultado por capas de sedimentos, puede dejar su esqueleto intacto como prueba de su existencia. El estudio del esqueleto de un animal es de grandísima importancia para el hombre de ciencia, pues es tan grande la interrelación entre los huesos y los demás órganos, que, mediante el estudio de éstos, puede llegarse a deducir las características del cuerpo íntegro del animal y hasta sus hábitos de vida. Basta a veces un trozo de hueso para conocer la talla y el sistema muscular del animal al que perteneció. El estudio cuidadoso de un diente nos puede decir, aparte de si el animal era herbívoro o carnívoro, qué tamaño y qué hábitos poseía, con cierta seguridad.

Por cierto que no todos los animales que murieron nos han legado su esqueleto. Son poquísimos, en proporción, los que tuvieron el privilegio de preservarlo a través de larguísimos períodos geológicos para poder ilustrar a los estudiosos. Pero aunque la enorme mayoría de los seres muertos no dejaron rastros, son bastantes los restos que se encuentran, día tras día. Podemos decir que, en la actualidad, la frecuencia de los descubrimientos de restos de este tipo, que reciben el nombre de fósiles, es superior a las posibilidades de análisis y de interpretación.

Como la evolución de las especies se operó en forma paulatina, sin graneles diferencias en las distintas regiones del mundo, se puede determinar la antigüedad de un sedimento por el tipo de restos que se encuentran en él. Si el orden de depósito de las capas no se hubiera alterado, tendríamos las capas más antiguas a la mayor profundidad y las más recientes cercanas a la superficie. Pero bien sabemos que los plegamientos pueden llegar a invertir en forma absoluta, y hasta alterar, el primitivo orden de las capas sedimentarias. No es extraño hallar restos marinos en las altas cumbres, lo que nos prueba que esos terrenos, antes de haber sido elevados en montañas, constituyeron el fondo de un mar. Los avances y retrocesos sucesivos del océano sobre el continente quedan perfectamente marcados por la zona de depósitos marinos, especialmente en forma de conchillas, que se encuentran en los sedimentos respectivos.

Se pueden relacionar terrenos sedimentarios muy alejados entre sí, por los fósiles de animales semejantes que en ellos se encuentran. Y muchos otros datos pueden obtenerse de estos restos animales; así, por ejemplo, ciertas contusiones en un hueso fósil nos pueden ilustrar acerca de una herida motivada por un dardo, lo que, en forma indirecta, nos señala la presencia del hombre. A veces no son los restos del animal lo que se encuentra, sino la impresión que dejó su cuerpo en los terrenos plásticos que lo sepultaron, y que con el tiempo se consolidaron. Así se pueden ver las impresiones de hojas, troncos, alas de insectos, y hasta pisadas. Lo notable lo constituyen, sin lugar a duda, los huecos dejados por animales después de su muerte, fue sepultado en la arena; petrificase ésta luego en torno a los huesos, sin perder su porosidad, debido a lo cual el agua siguió filtrándose; como el agua estaba, probablemente, saturada de anhídrido carbónico, éste disolvió todo el fosfato y el carbonato de calcio, deshaciendo los huesos, que desaparecieron por completo".