Los glaciares: caravanas de hielo que se deslizan desde las altas montañas


Salvo las zonas cálidas y templadas, que reciben suficiente calor del Sol, el resto del planeta tiene temperaturas muy bajas que no permiten la existencia de agua líquida. Por eso en las zonas polares el agua se precipita en forma de nieve, y se amontona en grandes capas, que el calor solar no alcanza a fundir. Cuando esas masas de hielo se hallan en las laderas de las montañas, comienzan a resbalar lentamente, formando gigantescos ríos de hielo, que reciben el nombre de glaciares. En Suiza, se encuentra hielo ascendiendo a una altura de 1.500 metros; en cambio en Groenlandia y otras regiones árticas, los glaciares llegan al borde mismo del mar, al que se precipitan en forma de grandes bloques flotantes, que reciben el nombre de témpanos, a veces enormes. En las altas montañas, como suele suceder en Suiza, la masa de hielo de los glaciares puede fragmentarse, cayendo hacia los valles en forma de grandes aludes, que tantos perjuicios ocasionan a las poblaciones de esas regiones.

La velocidad de crecimiento de los ríos de hielo es de unos cuantos centímetros por día; la parte central se desplaza algo más de prisa que los bordes, porque a éstos los retrasa el roce contra las rocas que los limitan por ambos lados. Esas diferencias en el desplazamiento hacen que el hielo se resquebraje, formando profundas grietas, que son muy peligrosas para los montañeses que transitan por esos desolados lugares.

Hay una causa física que hace que el hielo se deslice por las laderas de las montañas, en vez de permanecer en su sitio, como correspondería a cualquier otro material sólido. Sucede que, por efecto de la presión, el hielo pasa al estado líquido, y el agua así originada, que está a muy baja temperatura, vuelve a solidificarse en cuanto la presión desaparece. Las capas de hielo son suficientemente gruesas como para que su propio peso alcance a originar la presión necesaria para producir el fenómeno. De manera que, al descender el glaciar, toda obstrucción que encuentre en el camino hará fundir una parte del hielo, permitiendo así a la masa franquear el obstáculo, para luego volverse a congelar. Esta curiosa propiedad del agua congelada puede demostrarse mediante un trozo de hielo y un alambre. Si hacemos que el alambre ejerza presión sobre el hielo, lo cual puede lograrse tirando del alambre o colgando un peso de él, el bloque de hielo será atravesado sin dejar señal alguna. La presión del alambre hace derretir el hielo, y el agua desalojada pasa entonces arriba del alambre y, como ya no está sometida a presión, se solidifica nuevamente, reconstituyendo el bloque primitivo.

El hielo que compone los glaciares procede de la nieve que se acumula en las cumbres, la cual se hace compacta por acción de su propio peso.

Los glaciares son grandes factores de erosión. Desgastan intensamente rocas y son capaces de llevar consigo grandes bloques, que depositan en el lugar en que se fracturan.