Infancia y juventud de Mohandas Karamchand Gandhi


La familia en cuyo seno naciera Gandhi, pertenecía a los vaisias, comerciantes y agricultores, esto es, a la tercera en importancia entre las castas hindúes. Su padre fue ministro y consejero del raja y poseía una fortuna que le permitía disfrutar de una buena posición entre las familias más notables del principado de Por-bandar, su patria. Era preciso, por lo tanto, velar por la educación del niño, y se lo puso bajo la dirección de un experto profesor.

Mohandas reveló, desde pequeño, notables aptitudes para todas las tareas que exigiesen paciencia, prudencia y contracción. Con el correr del tiempo, estas cualidades debían ser sus armas más importantes, junto con su excepcional bondad natural.

En 1888, a la edad de diecinueve años, sus padres resolvieron enviarlo a Londres para que terminara sus estudios. Ingresó en el University College, donde, al mismo tiempo que iniciaba la carrera de Derecho, comenzó a sentir con extrema intensidad los rigores del preconcepto racial. Gandhi era por ese entonces un joven melancólico; sentía, con infinita clarividencia, que bajo sus ropas occidentales y su cultura británica estaba su piel de color cobre, esa piel que sus compañeros de estudio nunca dejaban de tener en cuenta, y que daba motivo a constantes humillaciones.

Gandhi no respondía a esas hostilidades con la lógica reacción del odio o el resentimiento. Predominaba en él, de un modo notable, el raciocinio sobre cualquier otra facultad del alma. Meditó fríamente sobre los prejuicios raciales y sintió que debería enfrentarse con esa realidad o evitarla, pero no admitió mirarla de reojo como hicieron y hacen tantos de sus compatriotas, recibidos y halagados por la sociedad inglesa; comprendió que debía afrontar el espectáculo de esa injusticia y de otras mayores para con los hombres de su raza. Y en 1893, cuando de vuelta en la India ensayó sus primeros pasos como abogado en los tribunales de Bombay, fueron las prevenciones raciales su mayor preocupación y decidió combatirlas resueltamente.