El último viaje y la muerte del gran Cristóbal Colón


Hizo aún un cuarto viaje, prosiguiendo sus exploraciones en tierra firme, y creyó, al fin, que había descubierto la China, aunque sin poder dar con sus opulentas ciudades. Colón estaba convencido de que había llegado al Imperio Oriental, y hasta mucho después de haber pasado él a mejor vida no se supo que los territorios descubiertos constituían un nuevo y riquísimo continente, el cual, para colmo, ni siquiera lleva el nombre del insigne marino.

Después de la muerte de la reina, su protectora, Colón se vio privado de influencia en la Corte; abrumado de trabajos, falleció en Valladolid, el 20 de mayo de 1506. Acostado en su lecho de muerte, pidió papel y pluma, y en las postreras horas de su valerosa vida redactó un testamento, disponiendo en él la manera como habían de transmitirse los títulos en su familia, y legó mares, islas y países como si le perteneciesen.

“Ruego a mis soberanos y a sus sucesores -escribió- que en la distribución de mis bienes, mis derechos y mis cargos, se ajusten siempre a los deseos de quien, nacido en Génova, vino a servirles a España y descubrió el Occidente, la tierra firme, las islas y las Indias”.

De esta manera llegó a su fin una de las carreras más gloriosas que registra la historia de la humanidad, con la satisfacción de haber ganado un mundo y muchos millones de almas para la cristiandad.