Una anécdota que nos muestra su carácter tesonero e impetuoso


Como artista fue entusiasta, tesonero e impetuoso, no por espontáneo amor al trabajo sino para demostrar sus propias fuerzas. Tenía ciega confianza en sí mismo, condición ésta que le sirvió de mucho para triunfar en la vida. Si alguien dudaba de su capacidad, trataba de demostrar lo contrario y no cejaba hasta conseguir sus propósitos, para que se pudiera decir que era el más talentoso y el más capaz de cuantos lo rodeaban.

Un incidente en su vida de artista nos lo pinta de cuerpo entero. Cellini había prometido al duque de Florencia una estatua de Perseo, cuyo modelo de cera, realizado por él mismo, presentó a consideración del príncipe para su aprobación. El duque, después de mirarlo largo rato exclamó:

-Benvenuto, esta estatua no puede ser fundida en bronce; ¡tu habilidad no llegará a tal extremo...!

El artista nada respondió, pero en su fuero íntimo se prometió no ceder hasta conseguirlo. Para ello empezó por adquirir una gran cantidad de madera de pino; una vez dispuesto el horno, lo llenó de bronce. Al cabo de unas horas oyóse una detonación estruendosa, luego enormes llamas se elevaron hasta el techo y convirtieron todo el taller en una verdadera hoguera. Aterrados y sin saber qué medidas tomar estaban los operarios, cuando un verdadero diluvio de agua, almacenada en un aposento contiguo al taller, lo inundó, apagó totalmente las llamas del incendio y provocó un rápido enfriamiento del horno. Mientras tanto Cellini, agotadas sus fuerzas, había tenido que guardar cama, atacado de fuerte fiebre.

Temíase ya por su vida, cuando alguien entró en el aposento y le dijo mientras se aproximaba al lecho:

-¡Ah! ¡Pobre Cellini!, ¡toda vuestra obra está arruinada!; ¡esta desgracia no tiene remedio...!

El metal del horno se había endurecido y, en efecto, todo parecía demostrar que no había forma de subsanar el contratiempo.