El joven Humboldt y su pasión por los descubrimientos y los fenómenos científicos


La madre del joven Alejandro, mujer prudentísima y discreta, habiendo observado la vocación de su hijo para el estudio de las ciencias naturales, no vaciló, a pesar de la respetable posición social de su familia, en enviarlo a la Academia de Minas de Freiberg, donde se efectuaba a la vez estudio teórico y práctico bajo la docta dirección del profesor Werner. El joven Humboldt examinó la flora subterránea de las galerías de aquellas minas, estudio penosísimo hasta entonces no realizado por ningún naturalista, y publicó tres años después su célebre Specimen de las plantas subterráneas de Freiberg y su fisiología química, obra inmortal que le valió el nombramiento de asesor del Consejo de Minas de Berlín, y poco después el título de director general de las minas de Auspach y de Bayreuth.

Por aquella época -que lo fue de grandes descubrimientos científicos, no obstante la tormenta revolucionaria que se desataba sobre Francia y amenazaba a toda Europa-, el sabio Galvani fundaba en Bolonia una ciencia nueva, verdaderamente nueva, sobre los movimientos convulsivos de una rana muerta al ser tocada en un nervio por la fina hoja del bisturí quirúrgico. Humboldt, ávido de saber, se lanzó al estudio de los maravillosos efectos de esa ciencia nueva, experimentándolos en sí mismo; con toda su impetuosidad juvenil, unida al deseo de avanzar un paso más en la senda del progreso científico, se hizo varias heridas en el hombro izquierdo, dejando al descubierto los músculos del brazo, y aplicó a ellos un metal a propósito para excitar las contracciones nerviosas; el resultado fue su excelente obra Experiencias sobre la irritación nerviosa y muscular, enriquecida con anotaciones de su maestro, el eminente Blumenbach, y publicada en 1796, el mismo año en que falleció su madre, a 20 de noviembre.