UNA HEROÍNA DE LOS MARES DEL SUR


Muy lejos, en el océano Pacífico, hállanse las islas Sandwich, archipiélago volcánico.

En una de ellas, la de Hawaii, se encuentra un enorme y temible volcán, el Kilauea. Su enorme cráter contiene un lago de fuego líquido de 5 a 8 kilómetros de circuito, cuya humareda forma una espesa nube día y noche. Los naturales creen que habita entre las llamas una feroz diosa llamada Pe-le, que se baña en el centro del cráter, y cuyos cabellos se supone que son los filetes vitreos que cubren las montañas. Todo el mundo le tiene miedo a Pe-le y más especialmente las mujeres.

Los sacerdotes decían que si una mujer trepara por el cerro para coger ramas de los arbustos y las arrojase al lago de fuego, la diosa la aniquilaría y destruiría la isla.

En el siglo pasado llegaron unos misioneros cristianos a la isla, y poco a poco fue perdiendo el pueblo su fe en las fieras y salvajes divinidades que adoraban. Únicamente se conservaba el miedo a Pe-le. La montaña era el último baluarte del paganismo.

Entonces una intrépida cristiana, llena de fe y valor, resolvió desafiar a la diosa en su fortaleza y romper el hechizo que ejercía sobre el pueblo. Llamábase Kapiolani y era esposa de Naihe, el orador público de Hawaii.

Ocurría esto durante el año 1825.

Un día, arrancó una rama de los arbustos sagrados, siendo así que constituía un sacrilegio para una mujer, sólo el tocarlos, y emprendió la ascensión de la montaña. Era una subida penosísima y terrible de 2 kilómetros, muy peligrosa, pues podía resbalar por los estratos de lava y quedar sepultada entre la ceniza.

Furiosos, los sacerdotes de Pe-le salieron de su santuario entre las escabrosidades del terreno, y trataron con sus amenazas de cerrar el paso a Kapiolani, pero todo fue inútil. Apresuróse ella a ganar la cumbre, se encaramó al terrible cráter y se detuvo, por fin, junto el mar de fuego.

Y entonces arrojó al hirviente líquido las sagradas ramas, pronunciando estas palabras:

-Si muero por la ira de Pe-le reconoceré su poder, pero ahora desafío su furor y quebranto sus órdenes. Vivo y estoy salva, porque el omnipotente Jehová es mi Dios. Él fue quien con su voluntad hizo surgir estas llamas: Él quien con su mano puede refrenar su furia. ¡Pueblo! ¡Abandona ya los falsos dioses de Hawaii y sirve al Señor!

Descendió Kapiolani por la montaña, después de haber destruido con su heroica proeza el poder de la superstición y ganado la causa de la fe.