LOS TRECE DE LA FAMA


 Francisco de Pizarro nació en España algunos años antes del descubrimiento de América. No recibió una instrucción muy esmerada, pero poseía un carácter firme y dominante, hecho para las grandes empresas de la época. Era un conquistador nato, y en su primer aventura en tierras de América acompañó a Balboa a cruzar el istmo de Panamá y descubrir el océano Pacífico. Fue en tal oportunidad cuando escuchó el relato de Andagoya sobre el reino de “Birú”, o sea el Perú.

Asociado con otro militar de la conquista, Diego de Almagro, Pizarro se embarcó, con la autorización de Pedrarías, en uno de los buques de Balboa, en tanto que Almagro conseguía fletar otro. Se encaminaron juntos hacia “las riquísimas tierras”, pero luego de innúmeras peripecias, tuvieron que regresar. Una nueva tentativa hecha con navíos de mayor porte les permitió andar más de cien leguas por mar, y llegar a saber que “a diez días de camino había un rey poderoso... y que otro más poderoso, hijo del Sol, había venido a quitarle el reino...”

Después de tantas penalidades habían descubierto el Perú, aunque la falta de elementos suficientes les impidió desembarcar con esperanzas de triunfo. Pizarro y Almagro prometieron volver. Al no conseguir otra autorización del gobernador de Panamá, fuéronse a España a lograr recursos y elementos para una verdadera expedición, y en 1531 la emprendieron desde Cádiz rumbo a América.

En el viaje se encontró Pizarro con muchos peligros, los bastimentos fueron consumiéndose y era distante la posibilidad de un regreso seguro. En un momento dado la tripulación se sublevó, exigiendo volver a Panamá. En medio de la asamblea acalorada que se celebraba en la playa de la isla del Gallo, discutían si seguir o volver. Mas Pizarro, en un momento de inspiración, se lanzó espada en mano, impuso silencio, trazó enérgicamente una larga raya en el suelo de este a oeste, y les gritó:

-¡Al norte de esta línea os espera una vida tranquila, sin peligros, pero también la pobreza y un destino oscuro; al sur os esperan esfuerzos duros, combates arduos y penurias, pero si triunfamos: la riqueza, el poder y la gloria! ¡Escoged, pues, ahora!

La mayoría, pesando más la subsistencia anónima y segura que una existencia peligrosa, se dirigió hacia el norte. Sólo hubo doce que se colocaron junto a Pizarro en la parte sur, y estos trece, los trece de la fama, después de muchas privaciones llegaron a la meta, porque no les habían arredrado los peligros.