Los héroes de la aviación durante la Segunda Guerra Mundial


En la segunda Guerra Mundial la aviación desempeñó un papel de primerísima magnitud, a tal punto que bien puede afirmarse que Alemania fue derrotada cuando perdió el dominio del aire.

Los combates aéreos, verdaderos duelos personales, que singularizaron las acciones bélicas de esa arma entre 1914 y 1918, fueron reemplazados en la segunda Guerra Mundial por operaciones masivas de bombardeo, por lo menos en las últimas fases de la guerra. Empero, en los primeros años, los duelos entre los pilotos alemanes y los británicos dieron ocasión a que prevalecieran "ases" como los de la primera contienda. Entre ellos destácase el teniente Franz von Werra, uno de los más populares de la fuerza aérea alemana, que recorrió casi medio mundo para volver al combate, en circunstancias tales que le merecieron el respeto de sus mismos enemigos.

Hacia 1940 von Werra era un figura familiar a los lectores de periódicos y revistas de Alemania: su fotografía había aparecido con frecuencia, y los reporteros habíanle entrevistado una y otra vez, en busca del apasionante relato de sus hazañas de guerra. Uno de sus más extraordinarios actos de arrojo lo llevó a cabo el 28 de agosto de 1.940, cuando su grupo de Messerschmitts se trabó en combate con una formación de aviones británicos; von Werra abatió a uno de ellos sobre el estuario del Támesis, y en la lucha perdió contacto con el resto de su formación; ¡cuál no sería su sorpresa cuando se halló volando sobre un aeródromo británico! Tres aviones se disponían a remontar vuelo, y von Werra los atacó, y destruyó en tierra, como así a otros cinco aparatos y un tanque de petróleo próximos a la pista de despegue. Solo, y utilizando sus últimas reservas de combustible, consiguió eludir la cortina de fuego de las baterías antiaéreas y emprender el regreso a su base, sin sufrir daño alguno.

Por esta acción, el gobierno del Tercer Reich otorgó al teniente von Werra la Cruz de Hierro en grado de Caballero. Pero, pese a su importancia, no fue aquella hazaña la que inmortalizó al as de la Luftwaffe, sino sus fugas, a la tercera de las cuales coronó el éxito. Von Werra, ileso, cayó prisionero cuando su avión fue abatido sobre el sur de Gran Bretaña, el 5 de setiembre de 1940; internado en un campamento para prisioneros de guerra, logró huir dos veces, y otras tantas fue capturado. Finalmente, se lo trasladó a un establecimiento similar en Canadá. ¡Y desde allí, a través de un río helado, logró llegar a Estados Unidos y pasar luego a México, Perú, Bolivia y Brasil, para retornar a su patria y reincorporarse a la fuerza aérea alemana, en su puesto de combate! Pocos meses después, el 25 de octubre de 1941, cuando cumplía operaciones de patrullaje, cayó para siempre; sus compañeros nada pudieron hacer por él, sino contemplar cómo su avión, al fallar el motor, se hundía como una piedra en las heladas aguas del mar del Norte; tampoco los equipos de salvamento pudieron ubicarlo: el bravo teniente von Werra había entrado en una prisión de la que no logró evadirse, porque no había escape.

Otro piloto alemán cuya bravura lo distinguió entre sus camaradas, especialmente en el frente ruso, fue Hans Rudel, quien realizó más de 2.500 vuelos contra objetivos militares enemigos. De todos ellos regresó victorioso; fue testigo de la catástrofe que envolvió a su patria, vio desaparecer uno tras otro a sus camaradas de armas, y tomó el camino del exilio cuando la capitulación de Alemania puso fin a la guerra. Recogió sus vicisitudes en un libro de valor excepcional, en que relata sus propias experiencias y da una visión dantesca de la lucha en el frente soviético, donde cumplió la mayor parte de su servicio activo.