EN EL LAGO MICHIGAN A MEDIA NOCHE


En N Agosto de 1906, la mayor parte de los periódicos de los Estados Unidos referían la historia de una hazaña llevada a cabo por un joven de 19 años llamado Eduino A. Crolius.

Acompañado de otros cuatro jóvenes, emprendió un viaje de recreo en un pequeño yate de vela por el lago Michigan (Estados Unidos). Al anochecer fueron sorprendidos por la borrasca, y, después de haber luchado animosamente contra viento y marea, su barco dio la vuelta y quedó con la quilla al aire. Con grandes dificultades lograron los cinco encontrar, en medio de la gran oscuridad, el yate volcado, al cual permanecieron asidos durante algunas horas, con la vana esperanza de que pasaría cerca algún barco y les recogería. Mientras tanto, la lluvia caía sobre ellos fría y furiosamente y el pequeño yate zozobraba y se iba hundiendo por momentos, sin que, después de pasar hora tras hora, llegase la ayuda esperada.

En una ocasión, imaginando ver la luz de una de las goletas del lago, dieron algunos gritos que se llevó el viento o apagó la lluvia, y la luz desapareció en la negrura de la noche. A medida que iba pasando el tiempo, los náufrago" eran arrojados cada vez más hacia el Sur, y gradualmente fueron divisando la extensión nebulosa de luz a través de la lluvia, por la cual conocieron que no distaban de Chicago quizás más de dos millas.

¡Sólo dos millas! Los jóvenes que no eran buenos nadadores, no se atrevieron a nadar en medio de la oscuridad, fríos y rígidos como se hallaban por las largas horas que habían estado asidos del yate dentro del agua.

El débil sonido de las campanas, que anunciaban la media noche, llegó hasta ellos con horrible acento a través de la incesante lluvia. Todos convinieron en que era necesario hacer algo y pronto; pues dos de ellos temblaban ya ateridos de frío. Crolius, el más joven de todos, pero el mejor nadador, se ofreció a llegar a nado hasta Chicago a buscar socorro. Sus camaradas quisieron disuadirle de su peligrosa empresa, mas el muchacho replicó que había llegado el momento crítico en que, si no querían perecer todos, debía uno de ellos hacer el último esfuerzo; y diciendo esto, se arrojó animosamente en medio de las olas. Después de una hora de lucha desesperada contra los elementos, consiguió llegar a Chicago, donde en el acto se organizó una partida de salvamento, logrando así Crolius retornar a sus compañeros sanos y salvos a tierra. Aparte la fatiga y el susto consiguiente, la aventura no tuvo malas consecuencias para los jóvenes.


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