EL SACRIFICIO DE LA HERMANA DE UN REY


Todo era desorden y confusión en Tebas. Habiendo estallado la discordia entre dos hermanos que gobernaban la ciudad, uno de ellos, Etéocles, expulsó al otro, Polinice, a fin de reinar él solo. Pero el expulsado reunió a toda prisa un ejército y volvió con ánimo de entrar a viva fuerza en Tebas. Etéocles y sus soldados salieron a su encuentro y los hermanos trabaron combate y se mataron. El ejército sitiador, habiendo perdido a su jefe, huyó a la desbandada.

Quedó entonces de rey Creón, tío de los contendientes, e hizo promulgar una orden disponiendo que el cuerpo de Etéocles fuese enterrado con grandes honores y que se le hiciera un espléndido funeral, pero que el cadáver del otro hermano permaneciera en el campo fuera de los muros de Tebas para ser devorado por las aves y los perros vagabundos.

En aquellos días era tenido por cosa terrible el dejar un cuerpo insepulto y se consideraba como una gran afrenta hecha a la persona del muerto. Así, pues, Antígonsí, hermana de Polinice, determinó enterrar a su hermano, a pesar de haber afirmado el rey que si alguno se atrevía a sepultar u honrar el cadáver, sería encerrado en una tumba de roca donde moriría abandonado.

Antígona salió secretamente de la ciudad, y viendo que no podía transportar el cadáver, esparció tierra encima de él para honrarlo, sustrayéndolo así al oprobio e ignominia de dejarlo enteramente insepulto. Llegó el hecho a oídos del rey, y ordenó que Antígona fuese enterrada viva en la tumba de roca. Cuando la conducían para cumplir la sentencia, todos los que la encontraban en su camino se enternecían al verla tan joven y tan bella. El mismo rey se arrepintió de lo que había ordenado y mandó sacarla de la tumba. Por desgracia era ya tarde. La diligencia de los emisarios sólo sirvió para descubrir que Antígona había muerto.


Pagina anterior: EL DOCTOR DE PUERTO BURTON
Pagina siguiente: ORGULLO DE CACIQUE