Es una esfinge


Nació Esfinge bajo la forma de león alado, con poderosas garras de águila y busto de hermosa mujer; esto según la mitología griega, pues los egipcios la representaban en figura de león tendido y con cabeza de hombre o de morueco. Este monstruo vino al mundo poseyendo el raro don de expresarse en lenguaje misterioso, por medio de enigmas. Se dice que Hera, resuelta a vengarse de los tebanos por la muerte de su deudo disipo, ordenó a la Esfinge colocarse junto a Tebas con el objeto de interceptar el camino a la ciudad, devorar a los pasajeros y asolar el país. Cuando el monstruo anunció su misión a los de Tebas, fue consultado el oráculo, y éste profetizó que no desaparecería el molesto huésped mientras un mortal no llegase a descifrar su raro lenguaje. Creonte, el rey, para estimular el interés de los suyos, ofreció la mano de su hermana Yocasta, juntamente con el cetro de Tebas, a aquel que redimiese a la ciudad de la terrible calamidad. Se presentó entonces un fugitivo de Corinto, Edipo, “el que tiene los pies hinchados”, quien, animosamente, se dirigió en busca de la Esfinge. Ésta, al verlo, le propuso el siguiente enigma: “¿Cuál es el animal que no tiene más que una voz, y que, primeramente cuadrúpedo, viene a ser luego bípedo y después trípedo?” Edipo meditó profundamente un momento; luego le contestó: “Ése es el hombre, que en su infancia se arrastra en cuatro pies, más tarde se sostiene en dos y, a la vejez, ayuda sus frágiles piernas con un bastón”, oído lo cual por el engendro se estrelló contra las rocas. La frase “es una esfinge”, que, en rigor, sólo debiera aplicarse a la persona que no se deja comprender sin grandes dificultades, se emplea, por extensión, para calificar un estudiado mutismo o para designar a la persona excesivamente circunspecta, reservada, impenetrable.


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