LA ENCINA Y EL PUERCO - Lessing


Un puerco se cebaba con las bellotas que caían de una encina, y no bien había tragado una devoraba con los ojos la que se desprendía de la rama.

-¡Bestia ingrata! -exclamó un día la encina-. ¡Te estás nutriendo con mis frutos y no te has dignado dirigirme una sola mirada de agradecimiento!

Cesó de rumiar el puerco y respondió gruñendo:

-Es justo lo que me dices; pero mis miradas de gratitud no te faltarían si supiese que dejas caer las bellotas para mí.


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