La gata, el águila y la cerda


En lo alto de una vieja encina, un águila criaba a sus polluelos. En un agujero en medio del tronco vivía una gata con sus pequeños, y en una boca al pie del árbol habitaba una cerda con sus lechoncillos. Un día la gata trepó hasta el nido del águila y le habló de esta manera:

-Vecina, amiga mía, estáis en gran peligro. Esa asquerosa puerca que vive ahí abajo, no hace otra cosa sino escarbar y roer las raíces del árbol, para hacerlo caer y devorar vuestros aguiluchos. Haced como queráis; yo por mi parte, me quedaré en casa vigilando a esa odiosa bestia.

Dicho esto, desapareció la gata, dejando al águila toda asustada, y de un salto se presentó delante de la cerda.

-Señora -le dijo-, supongo que no os dará por salir hoy. -¿Por qué no? -preguntó la cerda.

-¡Oh! -replicó astutamente la gata-, he oído cómo el águila prometía a sus hijuelos un lechoncillo para comer la primera vez que salgáis de casa, y he venido a avisaros. No me puedo detener más; me vuelvo a mi casa, pues bien le pudiera dar a esa águila rapaz por arrebatarme alguno de mis gatitos.

Desde entonces la gata salía siempre de noche en busca de comida, de modo que tanto el águila como la cerda pensaban que siempre estaba atenta a velar por sus hijos. Naturalmente, ellas no osaron tampoco moverse de casa, y así acabaron por morir de hambre sus hijitos, y fueron fácil presa de la gata y de los gatitos.

No os fiéis de los embusteros.


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