EL NIÑO QUE ENCONTRÓ LA LUZ
En las provincias de China abunda la gente muy pobre, tan pobre que suele no disponer de luz después de la puesta del Sol, y necesariamente debe entonces acostarse. Un muchacho llamado Kang, que estudiaba para examinarse, diose cuenta de que. si quería alcanzar éxito en los exámenes, no debía perder las horas que la oscuridad le quitaba para el estudio. Su familia era demasiado pobre para poder comprar aceite. ¿Qué hacer, pues? Había caído una copiosa nevada, y Kang, de repente, recordó que los reflejos blancos alumbran.
Salió de la casa sentándose sobre el suelo helado, y colocando el libro de manera que sobre él reflejara la claridad de la nieve. Así estudió durante el invierno; pero llegó el verano y la nieve se derritió. ¿Cómo se arreglaría entonces el pobre Kang? Recordó que las luciérnagas producen luz, aunque muy débil, y recogiendo gran número de estos pequeños animalitos, sirvióse de sus lucecillas para continuar sus estudios hasta muy entrada la noche. Con el tiempo, Kang llegó a ser uno de los mandarines de alto rango del Celeste Imperio.
Pagina anterior: ESPERANZA FRUSTRADA
Pagina siguiente: EL CERCO AZUL - Juana de Ibarbourou