El chacal y el león


Huyó por un agujero que junto al río había, y Uncama lo siguió hasta encontrarse en un país maravilloso, debajo de tierra. El extraño animal desapareció, pero el cazador siguió descendiendo hasta que llegó a una aldea en la cual vivían enanos salvajes. Éstos eran valerosos y se reunieron para atacarlo, mas Uncama, gracias a su valor, pudo salvarse subiendo nuevamente por el agujero

Durante un verano muy caluroso se secaron todos los ríos; y los animales se encontraban faltos de agua que beber. Después de andarla buscando mucho tiempo hallaron una fuente, pero apenas manaba agua de ella, puesto que no se había cavado convenientemente el manantial.

-Pongamos todos manos a la obra y cavemos un gran pozo -dijo el león-; así tendremos suficiente agua para beber todos.

El chacal era holgazán y se negó a trabajar con los demás animales; por , lo cual, cuando éstos concluyeron el trabajo, dijeron: i -Ahora tenemos que vigilar nuestra fuente para que el chacal no beba del agua, ya que no ha querido trabajar en el ahondamiento del pozo.

-Yo me encargo de ello -rugió el león- y si veo que ese tunante toma una sola gota de agua, me lo comeré.

Pasado algún tiempo, llegó el chacal, brincando alegremente a los alrededores de la fuente. Sentóse junto al león, sin que intentara beber agua, y sacando de su bolso un trozo de riquísima miel, dijo:

-Como puedes ver, señor león, no tengo sed; mira esta miel que es exquisita.

-¡Oh, esta miel es muy buena! -exclamó el león-. Dame un poco más, amigo mío.

-Para poder estimar todo lo delicioso de su sabor, -replicó el chacal-, debes estar echado de espaldas y dejarme que te la ponga yo en la boca.

El león enseguida se echó de espaldas y comenzó a agitar sus peludas patas, entregado a la deliciosa idea del próximo banquete.

-Temo que me hagas daño con tus grandes zarpas -dijo el chacal-; deja que te las ate, y luego podré inclinarme sobre ti para meterte la miel en la boca sin temor a hacerme daño.

El león le permitió que le atara sus cuatro patas con fuertes cuerdas, pero en lugar de darle la prometida miel corrió el chacal a la fuente, y sació en ella su sed. Cuando se marchaba alegremente hacia su casa, el león rugió:

-¡Señor Chacal! ¡Señor Chacal! ¡Querido señor Chacal! No me dejes aquí con las patas atadas. Todos los demás animales se reirían de mí y perderé mi autoridad entre ellos. Por el honor de mi nombre, te dejaré beber tanta agua como quieras, si me devuelves la libertad.

El chacal se hizo la siguiente lógica reflexión.

-Si no desato al león, algún otro lo hará y el rey de los animales no descansará hasta que se haya vengado de mí. Así será mejor que confíe en su palabra. El chacal libertó, pues, al león, y le dio luego un poco de miel. El león, en cambio, mandó a los demás animales que permitiesen siempre al chacal beber en la nueva fuente que habían escarbado.


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