El muchacho que sirvió a su padre


Cuando el pequeño Hivang perdió a su madre, se propuso ser desde entonces más que nunca un fiel y amante hijo para su padre.

Esto ocurría en verano, y era tal el calor, que el padre no hacía más que revolverse en la cama, siéndole imposible conciliar el sueño a causa de la elevada temperatura.

El pequeño Hivang se levantó sigilosamente de su cama, e inclinándose sobre la de su padre, con un abanico se pasó toda la noche abanicándole.

Esto lo hizo durante todo el verano; al llegar el invierno, tendíase durante una hora cada día en la cama de su padre para calentarla.


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