La gran carrera


Juzgábase el señor Conejo la más astuta criatura del universo; mas un día no le salieron bien las cuentas con la señora Tortuga.

-Tú eres -le decía-, un bicho demasiado pesado, y si hiciésemos una carrera de apuesta, me comprometo a ir sembrando cebada al mismo tiempo que corro, en la seguridad de que al llegar tú a la meta, ya el grano estará maduro.

-¡Ca! No será así si la carrera la hacemos tú por tierra y yo por el agua -le respondió la señora Tortuga.

No ignorando el señor Conejo que la Tortuga era de un caminar tan lento en una como en otra forma aceptó la apuesta. Los dos juntos midieron cinco millas de un sendero que corría a la orilla del río y fijaron un poste a cada milla.

Tenía la señora Tortuga marido y cuatro hijos, tan parecidos todos, que era imposible distinguirlos entre sí. Es verdad que todas las tortugas son muy semejantes, pero éstas lo eran de una manera particular. Muy de mañana salió la señora Tortuga con su marido y los pequeños, a los cuales fue colocando uno en cada poste. El marido ocupó el último puesto, junto a la meta, y ella regresó al punto de partida.

Cuando llegó el señor Conejo y vio a la señora Tortuga en el agua, dispuesta a empezar la carrera, gritó:

-¡Una! ¡Dos! ¡Tres! ¡Fuera!

Y, en efecto, comenzó ésta a nadar, pero fue hacia su escondrijo.

Al llegar al primer poste encontró ya el señor Conejo una tortuga.

-¿Qué es esto? -dijo-. ¡La señora Tortuga nada muy de prisa!

Cuando en el segundo y tercer poste, y lo mismo en el cuarto, la volvió a ver, empezó a sentirse desalentado. “No hay remedio, pensó, hay que apretar”. Y echando atrás las orejas, recorrió la última milla veloz como un rayo. Apenas llegaba a la meta, jadeante y deshecho, le salió al encuentro el marido de la señora Tortuga, que, sonriendo, le decía:

-¡Pensaba que no llegaba usted nunca! ¿O es, quizá, que se ha parado usted a descansar un ratito? -le preguntó burlón y moviendo de un lado a otro su negra cabecita.

Declaróse vencido el pobre señor Conejo y, cojeando, se fue a su casa derrotado y humillado por primera vez en su vida.