El traidor que se convirtió en leal


Díjose en cierta ocasión al rey Filipo, padre de Alejandro Magno, que un capitán había fraguado una conspiración contra él, por lo cual se solicitaba del soberano que hiciera prender al traidor, lo encerrara en una prisión y luego mandara ejecutarlo; pero Filipo se negó a hacerlo, a pesar de los reiterados avisos de sus amigos y cortesanos.

-¿Puedo cortar un miembro de mi cuerpo porque esté enfermo? -dijo el rey-. ¿No haré antes lo posible por curarlo?

Invitó, pues, al capitán traidor a que se presentara en palacio, lo colmó de dones y honores, y de este modo consiguió hacer que se avergonzara de la traición cometida.

En adelante el capitán fue uno de los oficiales más leales y uno de los súbditos más entusiastas del soberano.