Imanar sin tocar, curioso fenómeno de inducción


Si tocamos limaduras con un ':rozo de hierro dulce, naturalmente que no las atraerá, puesto que no es un imán. Pero repitamos la experiencia manteniendo un imán cerca del trozo de hierro. Éste, que antes no atraía las limaduras, ahora las atrae: la sola presencia de un imán lo ha transformado a su vez en un imán. De esta experiencia deducimos que si a un trozo de hierro le acercamos un imán, éste lo induce a transformarse en imán. Hemos descubierto así otro método para imanar el hierro; este método se llama de imanación por inducción. El trozo de hierro imanado se llama imán inducido. Si alejamos el imán inductor, vemos que del inducido caen todas las limaduras lo cual pone de manifiesto que ya no es más un imán. La imanación dura, pues, mientras el imán inductor está suficientemente cerca.

Ahora es muy importante que sepamos cuál es el polo norte del imán inducido. Supongamos que hemos acercado el polo sur del imán inductor; por el método de la aguja magnética que ya hemos aprendido, sabremos cuál es el polo norte del imán inducido: será aquel que rechace al polo norte de la aguja magnética. Con este método comprobaremos muy fácilmente que frente al polo sur del inductor se ha formado, en el inducido, un polo norte. Si hubiéramos acercado el polo norte :al inductor, frente a él se habría formado un polo sur en el inducido.

En resumen: el imán induce en el extremo más cercano de la barra un polo de nombre contrario al que se le ha acercado.

Con este nuevo conocimiento de la imanación por inducción es fácil comprender por qué un imán atrae limaduras de hierro o alfileres: al acercar, por ejemplo, el polo norte de un imán a las limaduras de hierro, el extremo más cercano de éstas se transforma en polo sur y así son atraídas; ellas a su vez inducen magnetismo en otras y así sucesivamente. También así se pueden explicar las cadenitas que se forman con un imán y un conjunto de alfileres.