No siempre están los cuerpos donde nosotros los vemos


Hay un efecto muy importante en el proceso de la visión, que es necesario tener bien en cuenta; vamos a tratar de explicarlo. Dijimos que la luz que proviene, por ejemplo, de este libro, nos permite verlo; bien, ello significa también que hemos logrado ubicarlo en el espacio. ¿Estarán los cuerpos exactamente en el lugar en que los vemos? No siempre, pues nosotros ubicamos los objetos según la dirección con que entran los rayos de luz en nuestros ojos. Y dicha dirección no siempre coincide con la que tienen los cuerpos con respecto a nosotros. Un ejemplo interesante es el del Sol; tanto al amanecer como al atardecer lo vemos en un lugar distinto del que tiene realmente. La luz que procede de dicho astro se desvía al entrar en la atmósfera terrestre, de manera que al llegar al observador tiene una dirección muy distinta de la verdaderamente original.

Por la misma razón un espejo nos produce la ilusión de ver los objetos como si estuviesen detrás de él. Aquí también la luz choca contra el espejo y se desvía de su dirección; al mirar entonces en él, vemos los objetos según la dirección de la luz reflejada.

Todos estos hechos, que son sumamente simples, pero a la vez muy interesantes, han servido de base a numerosísimas aplicaciones.