Las maravillosas cuerdas en las que se origina la voz humana


En el experimento realizado con el piano, el acorde que percibimos proviene, realmente, en un principio de la cuerda pulsada, y asimismo todos los armónicos eme, al cantar o hablar, produce la voz humana, provienen de las cuerdas vocales. La maravillosa riqueza en sonidos concomitantes eme caracteriza a las vibraciones de esas cuerdas vocales resulta más maravillosa todavía, si se tiene presente que son sumamente cortas. Las cuerdas vocales de un bajo cantante, cuyo largo, por ejemplo, es aproximadamente de dos centímetros y medio, son capaces de rivalizar, en lo tocante a la variedad y al número de los armónicos, con una cuerda de violín de veinte o treinta, y con una cuerda de piano que acaso tenga más de un metro. Conviene, claro está, tener presente que las vibraciones de las cuerdas vocales son vibraciones forzadas, y sabemos que, por lo tanto, en igualdad de condiciones, serán siempre más ricas en armónicos que las vibraciones libres. Ningún instrumento es capaz de hacer oír una música tan maravillosa como lo es sin duda la voz humana.

Las cajas de resonancia de la voz están formadas por el pecho y por las cavidades de la boca y la nariz; y difieren de todas las demás por su facultad de modificarse apropiadamente a cada momento. El pecho es el centro de resonancia principal para las notas graves, y su misión consiste en reforzar los armónicos de tono bajo, cosa que puede efectuar mejor cuando está bien dilatado: por eso los cantantes producen más notas resonantes bajas, cuando sus pulmones están llenos de aire, que cuando se hallan casi vacíos.