La ley de Newton que nos dice por qué las cosas están quietas


Si los cuerpos pudieran empezar a moverse sin recibir impulso alguno, resultaría que la fuerza o el movimiento saldrían de la nada, y si los cuerpos en movimiento pudieran detenerse por sí solos, sin la intervención de otra fuerza, resultaría que el movimiento, o sea la energía, se convertiría en nada. Esto es lo que debe entenderse cuando decimos que la ley de Newton viene a ser un caso particular del principio de la conservación de la energía. Newton enunció otras dos leyes del movimiento, las cuales hacen tres, que siempre serán conocidas con su nombre. La segunda es sencillísima. Dice que cuando un cuerpo se pone en movimiento, tal movimiento estará en proporción con el impulso recibido, o sea con la fuerza que lo produce. Además, el cuerpo se moverá en dirección de la recta según la cual obra dicha fuerza. Esto es así, sea cual fuere el número y la dirección de las fuerzas que intervienen, y lo mismo si dicho cuerpo se halla en reposo, que si se halla en estado de movimiento.

Valiéndonos de esta ley nos es posible determinar exactamente la dirección que seguirá un objeto cualquiera y la velocidad con que se moverá, si conocemos la magnitud y las distintas direcciones de las fuerzas que obran sobre él. Asimismo nos daremos cuenta de un hecho importantísimo, y es que el estado de reposo es el resultado de fuerzas encontradas que se equilibran mutuamente; unas tiran en una dirección, mientras las otras empujan en la opuesta, y como son exactamente contrarias unas a otras, no se produce movimiento alguno en el cuerpo sobre el cual actúan. La gravedad, por ejemplo, está tirando de este libro, mientras descansa sobre la mesa, pero la fuerza de dicha mesa opone una resistencia a la fuerza de gravitación, y, como obra en sentido opuesto, el libro permanece quieto.