Cómo funciona el magnetófono


En el año 1930 la electricidad y el magnetismo hicieron otro pacto con el sonido. En efecto, ese año el ingeniero norteamericano Marvin Camras comenzó la aplicación de las grabaciones magnéticas del sonido, creando lo que se denominó el magnetófono. Ya no era la retransmisión del sonido mediante el teléfono, ni la reproducción en los discos fonográficos, ahora se trataba nada menos que de la grabación del sonido mediante la magnetización de un alambre o una cinta. Veamos cómo es posible esta nueva realización.

La voz de una persona, o en este caso también la música ejecutada por una orquesta, al ser captados por un micrófono, pueden transformarse, como vimos anteriormente, en una correspondiente corriente eléctrica fluctuante; ahora bien, si esta corriente actúa en un electroimán frente al cual pasa un alambre de acero, entonces las variaciones de dicha corriente producirán sobre el alambre una magnetización también variable. Así pues, podemos decir que hemos producido una grabación magnética. El magnetófono permite no sólo la impresión del alambre sino también la reproducción del sonido. Esto se consigue haciendo la operación opuesta, esto es, permitiendo que el alambre pase frente a un imán que posee una bobina; como el alambre está magnetizado, actúa a su voz como un imán, pero con la particularidad de que su magnetización no es homogénea, sino que, por lo contrario, está sujeta a múltiples fluctuaciones. Esto hace que en la bobina aparezcan corrientes eléctricas, las cuales una vez amplificadas actuarán como en el caso de los auriculares telefónicos, pero esta vez sobre un altavoz.

Lo notable es que las grabaciones pueden ser “borradas”, y el alambre queda apto para ser utilizado nuevamente. Además, si éste se corta, puede anudarse o soldarse con lo que vuelve a ser nuevamente útil para realizar sobre él otras grabaciones.

Los magnetófonos más fieles en la reproducción suelen ser los que utilizan cintas magnetofónicas. Estas cintas poseen una capa de óxido de hierro con un espesor de apenas tres centésimas de milímetro. Sin embargo, este espesor es suficiente para que la magnetización sea capaz de reproducir con fidelidad todos los matices musicales de una gran orquesta sinfónica o de un gran coro.