Cómo se construye un termómetro de alcohol o de mercurio


Para evitar la acción de la presión atmosférica lo que hacía falta era, simplemente, cerrar el tubo después de calentarlo. Esto lo realizaron, cuarenta años más tarde, los discípulos de Galilei, fundadores de la Academia del Cimento, quienes inventaron el termómetro de alcohol. Así nació el termómetro cerrado en ambos extremos, análogo al que hoy conocemos. Algo después comenzaron a fabricarse los de mercurio. Veamos ahora cómo podemos construir un termómetro de alcohol o de mercurio, pues la tarea es muy sencilla y no entraña misterio alguno. Se toma un tubo  capilar, o sea tan fino como un cabello (capilus, en latín, significa cabello), que en un extremo tenga una ampolla cerrada o bulbo, y en el otro, un ensanchamiento. Se calientan las dos extremidades en un mechero y luego se introduce la extremidad abierta en una cubeta que contenga alcohol o mercurio, según la clase de termómetro que se desee construir. El líquido penetra en la ampolla, a medida que el tubo se enfría, pues el aire contenido en su interior se va contrayendo. Se repite varias veces esta misma operación, es decir, calentando el tubo y luego introduciéndolo en el líquido; se logra así llenar con éste el bulbo y el tubo. Una vez conseguido esto, se calienta nuevamente el tubo hasta que el líquido hierva', y se cierra entonces, por medio de la llama, el extremo abierto. Al enfriarse, el líquido baja, y el interior ¡del tubo queda completamente vacío hasta la altura ocupada en la luz del capilar por aquél.

Sólo nos falta ahora marcar en el vidrio la escala de temperaturas, o sea graduarlo. Para ello veamos cuántas escalas; existen y cuál nos resultará más conveniente.