Función didáctica del arte cristiano primitivo


Con el objeto de afirmar su triunfo y honrar al Dios que adora, la nueva religión trató de levantar monumentos tan hermosos y ricos como fuera posible para eclipsar el fausto de las religiones anteriores. De este modo la basílica o iglesia comenzó a ser decorada, y esa decoración, tan contraria al espíritu cristiano primitivo, pronto adquirió importancia al descubrir en ella un medio para atraer e instruir a los neófitos.

El pueblo estaba acostumbrado a las imágenes del paganismo, y la colocación de figuras en la iglesia cristiana fue una concesión que se hizo al gusto y la costumbre. A fines del siglo iv san Nilo indicó la conveniencia de representar en las iglesias las imágenes de la Cruz, con escenas tomadas del Antiguo Testamento y los Evangelios, para que los que no conocen las letras y por tanto no pueden leer las Sagradas Escrituras recuerden, mirando esas imágenes, las acciones de quienes sirvieron fielmente al verdadero Dios y se sientan impulsados a imitar su conducta.

El arte del imaginero entró así al servicio de la Iglesia cristiana con una misión didáctica. Sin embargo, la repulsión por toda decoración figurada no desapareció nunca totalmente y pareció manifestarse de nuevo por medio de actos violentos que culminaron en Oriente, en el siglo viii, con la crisis iconoclasta. Los destructores de imágenes fueron derrotados pues los iconos fueron repuestos o mantenidos.