La nueva orientación en la pintura: Cimabue, precursor del renacimiento


Mientras Arnolfo di Cambio hacía surgir maravillas en piedra, Juan Cimabue, nacido hacia el año 1240, realizaba otro tanto con la pintura.

El arte pictórico había decaído en Italia; a los hombres de esta época corresponde el mérito de haberle restituido el viejo prestigio. Manos extranjeras y simples copistas de malos modelos eran quienes dirigían la pintura. El mismo Cimabue, con otros jóvenes de su edad, empezó su carrera artística imitando tan defectuosos modelos, pero el espíritu de superación que anidaba en él, pronto lo salvó de la rutina desviándolo de aquel camino y haciéndole pintar hombres, mujeres y hermosos paisajes que le brindaba la Naturaleza. De este modo se convirtió en el precursor del Renacimiento en pintura.

Desgraciadamente, no estamos en condiciones de afirmar que sean suyos algunos de los cuadros antiguos que se le atribuyen, en su mayor parte imágenes de Cristo, la Virgen y el Niño Jesús. La crítica moderna ha puesto reparos a tales afirmaciones, declarando que muchas de esas obras pertenecen al Duccio, su precursor de la escuela de Siena, o a algunos de sus discípulos.

Sabemos positivamente, en cambio, que Cimabue fue el maestro de otro gran artista que llenó con sus frescos los muros de muchas iglesias de Italia. El fresco es, como se sabe, una pintura que se ejecuta sobre un revoque extendido en el muro.

Ese gran discípulo fue Giotto di Bondone, humilde pastorcillo en los años de su primera juventud, que había nacido hacia el 1266, en un pueblecillo de los alrededores de Florencia. Cuando Cimabue murió, en 1302, Giotto acrecentó la fama de su maestro, forjándose a su vez un nombre que hoy todos admiramos.