El virtuosismo y la música popular durante el período romántico


El triunfo del romanticismo dio como resultado inmediato el surgimiento de grandes virtuosos como Nicolás Paganini (1782-1840), mago del violín; Franz Liszt (1811-1886), virtuoso del piano, y Héctor Berlioz (1803-1869), que llevó tal modalidad al orden orquestal. Todos ellos fueron al mismo tiempo insignes compositores cuyas obras reflejan la influencia del virtuosismo, que hasta entonces sólo habían cultivado los cantantes de ópera. El público de esa época, abiertamente romántico, se sintió atraído por el malabarismo vocal, instrumental u orquestal, y relegó muchas veces a segundo plano a los compositores en favor de los intérpretes, que por tal motivo pasaron a ocupar el lugar de preferencia.

La nueva corriente estética encontró también campo propicio en la música popular. En Viena, por ejemplo, nació el vals, danza de líneas elegantes y melódicas de fina inspiración que tuvo en dicha ciudad una acogida similar a la del minué, en Francia, durante la centuria anterior. La substitución del minué por el vals fue un acontecimiento tanto musical como social, porque representó el triunfo de la burguesía alemana sobre la aristocracia francesa. Schubert y Weber cultivaron el vals, pero corresponde a José Lanner (1801-1843) el mérito de haberle dado un desarrollo completo que luego imitaron otros autores, como Juan y José Strauss.

Junto con el vals surgieron otras formas populares de tipo bailable, entre las que se generalizaron la mazurca, la polca y la cuadrilla.

El teatro lírico tuvo también una solución de tipo popular, que se tradujo en la opereta vienesa y en la zarzuela española, en las que se alterna el diálogo con partes cantadas sobre situaciones equívocas, con lo que se persigue causar efectos de comicidad en el público.