La reforma monoteísta y la gran repercusión que tuvo en el arte


Un cambio fundamental en la concepción artística de los egipcios coincide con las reformas político-religiosas de los faraones de la XVIII dinastía, Amenhotep IV, más conocido por su nuevo nombre de Akhnatón o Iknatón, abjuró de la religión de los sacerdotes de Tebas, renunció al nombre que le había legado su padre -Amenhotep III-, rechazó los pomposos títulos que le correspondían y trasladó la capital de Tebas a Tell-el-Amarna, hacia el año 1375 antes de Cristo, aproximadamente, donde suplantó el culto politeísta de Amón por el monoteísta de Atón, dios único y abstracto, representado pollos rayos vivificantes del Sol. Todo ello provocó grandes trastornos en el imperio, tanto político-sociales como religiosos. El arte sufrió a su vez las consecuencias de tales cambios. En Tell-el-Amarna floreció una nueva escuela artística que, como la capital y la reforma, duró tanto como la vida del reformador.

La escuela de Tell-el-Amarna se caracterizó por la fina sutileza de sus esculturas que, aunque imperfectas a veces, se nos brindan menos rígidas que las del período anterior y con caracteres más humanizados. Las cabezas de Akhnatón, la de su esposa -la reina Nefertiti- y las de sus hijas, así como también escenas íntimas de la familia real recogidas en pinturas y relieves de la época, nos hablan de una nueva concepción de la que emana serena tranquilidad familiar. Las figuras, de un naturalismo exagerado, denotan la liberación de los artistas del rígido canon anterior. Cabe destacar que de esta escuela no sólo nos ha llegado el nombre de algunos artistas, sino talleres completos, como el del escultor Totmés.