La escultura colosal, de la que aún hay dos ejemplos cerca de Tebas


La escultura entre los egipcios fue un eficaz complemento de la arquitectura. En el Antiguo Imperio se desarrolló junto a las tumbas, y en el Imperio Medio Tebano lo hizo, con nuevas características y grandes proporciones -a la manera de la Esfinge ya estudiada-, en torno de los templos y palacios. Estas estatuas han llegado hasta nosotros con el nombre de colosos, que presidían la entrada de unos y otros, por lo general representaban al faraón que había dispuesto su construcción. En las cercanías de Tebas, la Ciudad de las Cien Puertas como ha sido llamada, quedan sólo unas pocas ruinas que despiertan el interés de los arqueólogos. Entre ellas, muy deteriorados por la acción del tiempo y los terremotos, los famosos Colosos de Memnón, nombre que les dieron los griegos. Se trata de dos estatuas monolíticas, restos de un templo funerario, que constituyen la expresión fiel del arte colosal de entonces. Muchas leyendas se tejieron a su alrededor. Los antiguos, y entre ellos el mismo Estrabón, geógrafo griego del siglo i antes de Cristo, llegaron a decir que cantaban cuando salía el sol, tal vez porque escucharon alguna vez fenómenos acústicos que producía el viento al pasar por entre sus grietas o por los corredores del templo de Medinet-Abú, que presidían, hoy totalmente desaparecido. Estos colosos, que miden más de veinte metros de altura, representan al faraón Amenhotep III, quien dispuso su construcción hacia el año 1400 antes de la era cristiana.