La estatua ecuestre de Colleoni es valioso ejemplar en su género


A pesar de que la escultura había prosperado bastante en su ciudad, no pudieron confiar obra de tal magnitud a ninguno de sus conterráneos; por ello se dirigieron a Florencia, donde contrataron los servicios de Andrés del Verrocchio, de quien ya hemos hablado en otro lugar. Pintor, escultor y orfebre famoso, reunía las condiciones necesarias para tan difícil empresa.

Verrocchio tenía 45 años cuando se le confió la estatua de Colleoni; puso en ella toda su energía, su inteligencia y su arte; la muerte lo sorprendió nueve años después de haberla iniciado, antes de que pudiera fundirla en bronce, pero dejó terminado el modelo; de este modo Venecia poseyó el ejemplar más perfecto de estatua ecuestre que jamás se haya tenido. Se planteó muy luego la duda de quién tendría suficiente habilidad para dar término a la obra del Verrocchio. El único capaz de ello era Alejandro Leopardi, quien, por haberse entregado a una vida disipada, había sido desterrado de la ciudad algunos años antes; se le levantó el exilio y se lo llamó para que fundiera la estatua cuyo modelo había dejado el artista florentino. Hizo un trabajo tan perfecto que le valió el perdón de sus faltas; pero además modeló y realizó el pedestal de la colosal estatua, que le ganó fama y renombre, por tratarse de un excelente y digno complemento del grupo escultórico.

Dicha estatua no tiene rival aun en nuestros días; caballero y caballo parecen dotados de vida. Vemos a Colleoni cabalgando con aspecto arrogante, orgulloso de su fuerza como hombre, altivo de su talento como general y con el gesto de dirigir sus huestes al ataque. El caballo está en actitud de moverse con paso firme y pesado, pero seguro y fuerte, tal si se hallara en el mismo campo de batalla.