El Ticiano, cuyo pincel se disputaban los reyes


Tiziano Vecellio, más conocido como el Ticiano, fue discípulo de Juan Bellini (1476-1576). Tuvo el mérito de haber aprovechado la experiencia de sus antecesores, pero pronto dio a su obra un sello tan personal que lo elevó por encima de ellos. En su larga existencia experimentó uno y otro estilo, así como también abordó asuntos diversos, mas en todos fue grande e incomparable.

El Ticiano realizó una obra vastísima que se encuentra esparcida por todo el mundo; las principales expresiones de su arte se conservan en los museos de Madrid y Viena así como también en los de Florencia y Venecia; París custodia celosamente casi una docena de sus cuadros; Londres, nueve o diez, y Dresde, ocho. El famoso pintor veneciano se encuentra dignamente representado en varias colecciones que se encuentran en Estados Unidos de América.

El Ticiano fue el mejor colorista de la escuela veneciana. A los 24 años sus cuadros le habían dado fama no sólo dentro de su ciudad sino en todos los centros más importantes de Europa. Príncipes y reyes pagaban fuertes sumas de dinero para que los visitara y pintara para ellos.

En la corte del rey de España, donde vivió mucho tiempo, despertó el celo de algunos cortesanos y nobles que envidiaron su situación de privilegio con el monarca. Se dice que en cierta oportunidad alguien se lo hizo notar, lo que provocó en el rey la frase que se ha hecho célebre: “¡Tengo muchos nobles pero un solo Ticiano...!”

En otra oportunidad un terrible incendio estalló en el Palacio Real, cuando el Ticiano vivía en él. Al ser notificado el rey, lo primero que preguntó fue si se había salvado uno de los cuadros de su pintor favorito. Como la respuesta fue afirmativa, el rey exclamó: “¡Entonces no debe de ser mucho lo que se ha perdido...!”

El Ticiano fue también un excelente retratista, como lo demuestran los cuadros en que eternizó a algunos personajes de la época.