Arte moderno en México, revista a la pintura: Diego Rivera


En 1847 el pintor español Pelegrin Clavé trató de reanimar la Academia de Bellas Artes de México, y su acción contribuyó a cierto despertar de la pintura. Durante el reinado de Maximiliano el arte europeo entró en México y su carácter influyó en los artistas locales. Durante los años de la dictadura de Porfirio Díaz se intensificaron los contactos con el arte europeo. Por otra parte, en algunas ciudades y pueblos del país, anónimos y sin mayor vuelo, muchos aficionados pintaban de encargo retratos, naturalezas muertas y paisajes de modo realista e ingenuo.

La influencia europea que señalamos, sumada al gusto por el lujo y las decoraciones en estilos pasados, produjo obras como el palacio de la Ópera, construido en mármol italiano. Pero tanto durante esta época como durante cualquier otro período en que, desde el gobierno, se alentaba un arte de carácter extranjero, se mantenía viva la secular artesanía mexicana, y en las provincias el talento popular seguía realizando retablos, máscaras rituales, etcétera.

Después de la revolución contra Díaz también cambia el clima en la Academia de Bellas Artes. Se inauguró una Escuela de Pintura al aire libre bajo la dirección del pintor mexicano Alfredo Ramos Martínez, quien, después de estudiar en Europa, volvió a su país entusiasmado con el impresionismo. En tanto, José Clemente Orozco pintaba escenas realistas de los bajos fondos, aislado de este grupo de la Academia.

En 1913, ante nuevos trastornos políticos, los pintores de las nuevas tendencias, entre los que hay que contar a los todavía jóvenes Siqueiros, Miguel A. Fernández, Escobedo, Bolaños, etc., intervinieron en las luchas civiles, y desde entonces expresan las vicisitudes del pueblo mexicano en cuadros que constituyen obras de valor documental.

Después de 1919 los pintores Siqueiros, Orozco y Rivera fueron enviados a Europa, donde, además de pintar, discutieron las nuevas ideas de arte y política que llevarían de vuelta a su país. Siqueiros publicó en Barcelona, en 1921, un manifiesto que atacaba los ideales europeos y defendía la estética revolucionaria y un retorno al vigor constructivo del arte indígena. Rivera, por su parte, volvió a México después de haber estudiado tres años cubismo, y en Italia los restos etruscos, los mosaicos bizantinos y los grandes frescos primitivos y del Renacimiento. Vueltos a su país estos artistas, se inicia aquí la época de la pintura mural, que fue dirigida por Diego Rivera. La técnica del fresco se perfeccionó, y esta pintura, que había sido usada por los mexicanos antes de la conquista, revivió en el siglo xx a través de pintores que abandonaron los caballetes y la tradición académica, y expresaron con lenguaje moderno la historia nacional, un mensaje político-social y la crónica de los más importantes acontecimientos de la turbulenta vida mexicana. La pintura de caballete y todas las artes gráficas también fueron tratadas en este renacer del arte mexicano, destacándose en ellas Manuel Rodríguez Lozano, Abraham Ángel, Rufino Tamayo, etc. En cuanto a las generaciones más jóvenes, en las que aparecen Carlos Orozco Romero, Agustín Lazo, Frida Kahlo, María Izquierdo, Leopoldo Méndez y muchos otros, parecen mantener el vigor de sus maestros con una producción numerosa que es conocida y valorada también en el extranjero.