Un conquistador pacífico: el apóstol de los esclavos, San Pedro Claver


Una de las más terribles injusticias de la Historia ha sido la esclavitud de los negros africanos que fueron traídos a América para reemplazar a los indios en el trabajo de las minas y de la agricultura, sobre todo en los climas tropicales. El gobierno español concedía un permiso llamado “asiento” a algunos comerciantes que se dedicaban a este tráfico indigno, conocido con el nombre de comercio de ébano. Los barcos negreros llegaban a las costas occidentales de África, especialmente al golfo de Guinea, y allí compraban a los reyezuelos de la región individuos jóvenes y robustos, en general “cazados” entre los de otra tribu; embarcados y transportados a América, se los vendía como si se tratara de animales; los viajes eran muy largos, la alimentación muy mala, las condiciones sanitarias pésimas, de modo que muchos negros morían en el camino y otros llegaban muy enfermos. En Cartagena de Indias, que era el puerto más importante del Nuevo Reino de Granada y uno de los mejores de América, eran descargados numerosos negros que más tarde se enviaban al interior del país y repartían en las costas. Allí vivió uno de los hombres más heroicos y santos que conoce la historia, el jesuita Pedro Claver, quien consagró toda su vida al cuidado de los negros esclavos.

Había nacido en España y entrado muy joven a la Compañía de Jesús; después de adelantar sus estudios en Mallorca, fue enviado a América, sirvió algún tiempo en los conventos de Bogotá y marchó después a Cartagena, donde continuó hasta su muerte. Pedro Claver se inició en el apostolado de los negros con su maestro, el padre Alonso Sandoval, que escribió una obra en defensa de los tan explotados esclavos africanos. El padre Claver vivía consagrado a la noble tarea de aliviar la infeliz suerte de los esclavos; cuando sabía que un barco negrero llegaba a la ciudad, iba inmediatamente a visitarlo; acompañado de algunos negritos que le servían de intérpretes, se acercaba llevando algunos regalos para los infelices esclavos; curaba a los enfermos, ayudaba a los lisiados, atendía a todos como padre solícito, les enseñaba los principios de la religión católica y hacía de esta manera menos dura la situación. Hacía de médico, de enfermero, de amigo y de maestro de todos los negros, que veían en él un enviado de la Providencia. Durante cerca de cuarenta años vivió san Pedro Claver en Cartagena, bautizó miles de esclavos, organizó servicios de hospitales, escuelas para los niños, y atendió personalmente a todos los que necesitaban su ayuda; por esto se lo ha llamado con justicia el santo de los esclavos, y se lo venera en los altares como una de las más nobles figuras de la historia de América y uno de los más heroicos servidores de la humanidad.