El licenciado Gonzalo Jiménez de quesada funda Santa Fe de Bogotá


Entre todas las figuras del descubrimiento y conquista del Nuevo Reino de Granada sobresale el licenciado don Gonzalo Jiménez de Quesada, una de las más interesantes personalidades de aquella época heroica. Nació en Granada, siguió allí la carrera de abogado y ejerció la profesión ante la Real Cancillería de esa ciudad; posteriormente se embarcó para América en la expedición de don Pedro Fernández de Lugo, y en 1536 comenzó la exploración del río Grande de la Magdalena y penetró en el interior del país con una expedición compuesta de seiscientos hombres de a pie y sesenta jinetes, de los cuales sólo ciento ochenta llegaron al país de los muiscas, después de sufrir muchas penalidades, de guerrear con las tribus salvajes de las márgenes del río y de haber vencido la inclemente naturaleza del trópico.

En el extenso valle andino que servía de asiento al reino muisca, fundó Jiménez de Quesada la ciudad de Santa Fe de Bogotá, en recuerdo de la establecida por los Reyes Católicos para la conquista de Granada; y denominó a todo el territorio Nuevo Reino de Granada, en homenaje a la ciudad de su nacimiento.

El 6 de agosto de 1538 se realizó la fundación de la capital. Construyeron doce chozas de paja, en honor de los apóstoles, y una pequeña iglesia; el capellán del ejército, fray Domingo de las Casas, ofició la misa, y de esta manera se establecieron en los territorios de la que es hoy República d; Colombia el poder español y la religión católica.

Jiménez de Quesada se distinguió como uno de los más esforzados capitanes de la Conquista y se lo recuerda por su espíritu de justicia y su respeto para con los indígenas. Por algún tiempo continuó en el Nuevo Reino, realizando descubrimientos y organizando la recientemente fundada colonia. Viajó después a España y a Italia, en donde llevó una vida de lujo, para volver a América y emprender la infortunada expedición en busca de El Dorado, que le costó mucho dinero y muchos soldados, y fue un terrible fracaso. Murió, en Mariquita, de edad avanzada.

No fue sólo un valeroso militar y un buen gobernante, sino también un hombre de vasta cultura intelectual y autor de valiosas obras históricas y literarias; no se conservan todos sus escritos, pues se han perdido los que dedicó a la historia del Nuevo Reino y al relato de sus expediciones y descubrimientos, como Los ralos de Suesca y El Gran Cuaderno, que son citados y elogiados por varios cronistas de la época que los utilizaren para sus obras; pero como muestra de sus cualidades de escritor y de sus conocimientos queda el libro llamado El Antijovio, en que refuta las ideas que sobre España escribió un conocido historiador italiano, Paulo Jovio. Quedan también algunas cartas suyas y otros documentos que manifiestan su alto nivel intelectual.