El capitán de América, José de San Martín, libertador de Argentina, Chile y Perú


El general José de San Martín nació en la actual provincia argentina de Corrientes, en el paraje denominado Yapeyú, sobre el río Uruguay. Existen todavía en aquel sitio las ruinas venerables de la casita en que viera la luz el niño destinado a la inmortalidad.

El niño San Martín fue llevado a España por sus padres y educado allí en un colegio de nobles. El joven abrazó la carrera militar, que era una de las más brillantes de la época. Ingresó en el ejército regular de España, y se distinguió desde los primeros pasos en el servicio, cuya severidad y técnica habían culminado en aquel período de las guerras napoleónicas.

San Martín alcanzó el grado de teniente coronel cuando los ejércitos de Napoleón invadieron a España y ésta se puso en pie, como un león herido, para resistirlos con indómita fiereza. Tomó parte brillantemente en las batallas de Bailen y Albuera, y su valiente conducta le valió condecoraciones y nombradla de héroe entre sus camaradas y soldados. Poco después, informado de la sublevación de sus compatriotas de América, se embarcó con sus compañeros de armas Zapiola y Alvear, ilustres generales argentinos más tarde, y llegó a Buenos Aires, donde puso su espada y su pericia militar al servicio de la Revolución.

El gobierno le confió inmediatamente la organización de la caballería, y él formó, de primera intención, el regimiento de Granaderos a Caballo, famoso desde entonces en los fastos de la historia del Nuevo Mundo, y que continúa de guarnición en la ciudad de Buenos Aires; todavía viste, cuando está de gala, el glorioso uniforme de 1812.

Por ese tiempo las fuerzas españolas de Montevideo remontaban el río Paraná con una escuadrilla para aprovisionarse en el territorio interior del país. El gobierno revolucionario destacó al entonces teniente coronel San Martín, con su regimiento de granaderos, para que observara los movimientos de la expedición española. Ésta pasó aguas arriba de la ciudad de Rosario, observada de cerca por San Martín, y practicó un desembarco cinco leguas al Norte, en las cercanías de la antigua aldea y posta de San Lorenzo y lugar del convento de San Carlos.

El combate allí librado puede llamarse el bautismo de fuego del futuro ejército libertador; en el transcurso de las acciones el general San Martín cayó debajo de su caballo, al ser éste alcanzado por el cañón del enemigo. En el momento en que iban a atacarlo los infantes españoles, el sargento Cabral, hijo de la provincia de Corrientes, se abrió paso por entre la hueste enemiga y salvó a su jefe, con sacrificio de su vida.

Para honrar la memoria de este hombre heroico, el gobierno resolvió que siempre, al pasar lista en su regimiento, se leyera su nombre y un sargento respondiera:

-Murió en el campo del honor.

Poco después el general San Martín tomó el mando de los ejércitos del Norte, a los que rápidamente reorganizó. Pasó luego a las provincias de Cuyo, como gobernador intendente, y allí dedicó todos sus esfuerzos a preparar un ejército fuerte y disciplinado para invadir a Chile cruzando la cordillera de los Andes, y enfrentar a. los realistas que se habían apoderado del país.

Así en Mendoza, San Luis y San Juan organiza el que sería famoso ejército de los Andes cuyo traspaso de la cordillera ha quedado inscrito como una de las hazañas estratégicas más elocuentes en los anales militarles del mundo. Luego de vencer a los españoles en Chacabuco, San Martín sufrió el desastre de Cancha Rayada, del que se rehabilitó en la sangrienta y decisiva batalla de Maipú, hecho de armas glorioso para los americanos, con el que logró asegurar la libertad de Chile y acelerar la independencia continental.

Lograda la liberación de Chile, San Martín dedicó toda su actividad a la preparación de una expedición que debía procurar la independencia de Perú. Conseguido este fin, el vencedor de los Andes, después de la conferencia de Guayaquil, celebrada con el general Simón Bolívar, dejó en manos del libertador de Colombia la finalización de la campaña y la gloria de terminar con la dominación española en América.

El general San Martín se distinguió por su absoluto desinterés patriótico, ají emigrar a Europa, terminadas las guerras de la Independencia; la nobleza de su alma le impidió mezclarse en las guerras civiles americanas, a las que miró con profundo dolor.

Sin embargo, veló por el destino de su patria, e intervino en cuanta ocasión fue propicia para salvaguardar su independencia; así, cuando la agresión franco-inglesa a la Confederación Argentina, ofreció al general Rosas, jefe del Estado rioplatense, el concurso de su invicto brazo armado para defender la tierra que le había visto nacer. Y al tomar providencias testamentarias, legó los más grandes testimonios de su gloria, el estandarte de Pizarro y el sable libertador de América, al gobierno de Perú y al general Rosas, respectivamente; y dispuso que su corazón descansara para la eternidad en el corazón de Buenos Aires. Las primeras disposiciones para el traslado de sus gloriosas cenizas a la patria argentina se tomaron en cuanto el gobernador de Buenos Aires se hubo enterado de su muerte, sobrevenida el 17 de agosto de 1850; pero sólo se llevaron a cabo en 1880; en esa ocasión la ciudadanía recibió en apoteosis los despojos mortales del vencedor de los Andes al son de los clarines de sus granaderos, y los depositó en un severo mausoleo erigido al lado de una de las naves de la catedral de Buenos Aires. Sucesivas generaciones de argentinos han rendido y seguirán rindiendo allí el homenaje debido al Padre de la Patria.