La República Dominicana desde su independencia hasta el siglo XX


Después de la declaración de independencia, en 1844, la República Dominicana tuvo como primer presidente al general Pedro Santana, el que hubo de enfrentar la guerra con los ejércitos haitianos y ocupó tres veces la presidencia.

En 1861, el mismo general Santana pidió la anexión a España, situación que duró hasta 1865, en que la metrópoli ordenó la evacuación de la isla.

Hasta 1916 se sucedieron diferentes gobiernos, algunos derribados por motines y revoluciones.

En ese año se produjo la intervención militar de Estados Unidos de América, que duró hasta 1924, en que se instaló un gobierno elegido constitucionalmente.

En febrero de 1930 estalló una revolución contra el general Horacio Vásquez, que había resultado elegido presidente. Se celebraron elecciones y fue consagrado jefe del gobierno por el período 1930-1938 el general Rafael L. Trujillo, el cual ocupó nuevamente la presidencia de 1942 a 1952. Su hermano, Héctor Bienvenido Trujillo, desempeñó la primera magistratura de 1952 a 1957, y fue reelegido en este último año. A mediados de 1960, renunció y le sucedió en el cargo Joaquín Balaguer, reemplazado al poco tiempo por Rafael F. Bonelli.

En 1961 fue asesinado el generalísimo Rafael Leónidas Trujillo, que era el verdadero detentador del poder desde hacía treinta años.

Profundas diferencias separan a los dos Estados que constituyen la isla de Santo Domingo, pero estas diferencias no provienen de factores y accidentes geográficos que, en '.a mayoría de los casos son compartidos, si no que proceden más bien de las diferencias que se introdujeron en cada país con las dos naciones colonizadoras, dejando como saldo una distinta tradición colonial y una lengua distinta. A ello se suma, y es una razón de gran peso, la diferencia de razas, pues en Haití la población negra, que desciende de los esclavos africanos, es de un 90 por ciento, mientras que en Santo Domingo el 70 por ciento es de mestizos y mulatos, el 13 por ciento blancos y sólo el resto negros.

La mezcla indígena y africana con la europea ha producido en estas repúblicas manifestaciones artísticas de un carácter muy peculiar que las distingue y singulariza. Esto se observa sobre todo en las manifestaciones musicales que se caracterizan por sus ritmos extraños, de notoria influencia africana, lo mismo que las danzas y el folklore en general.

La isla La Española, nombre que le dio Colón y con el que se conoció antiguamente a Santo Domingo, fue durante mucho tiempo el centro de irradiación cultural de la América hispana, ello hizo que se produjera allí un importante movimiento literario que contó con figuras de importancia en todos los siglos. Entre los literatos dominicanos del último siglo merecen ser citados el poeta Fabio Fiallo, el político y escritor Tulio Manuel Cesteros, y Max y Pedro Henríquez Ureña, dos personalidades que aportaron obras valiosísimas a la cultura hispanoamericana.

En cuanto a Haití, el caso es más curioso, pues se halla aislada lingüísticamente del resto del continente. Es de imaginar que sus poetas y escritores hayan buscado inspiración en la cultura francesa. La poesía haitiana mezcla muchas veces las formas clásicas francesas con motivos folklóricos africanos, lo que le da un intenso color local. Duraciné Vaval fue el discípulo de Verlaine, Osvaldo Durand cultiva el francés criollo. Las costumbres de los negros, las leyendas y supersticiones de estos campesinos inspiraron a Felipe Thoby-Marcelin y Pedro Marcelin.