La segunda guerra argentino-brasileña. Urquiza y el fin de la dictadura de Rosas


Brasil también había sido solicitado por los enemigos de Rosas. Ya en los comienzos del conflicto con Francia, uno de sus diplomáticos, el vizconde de Abrantes, había intervenido cerca del gabinete británico propiciando un proyecto de la comisión argentina constituida en Montevideo por los exilados, cuyo mentor, Florencio Várela, viajó a Londres con instrucciones de ofrecer, bajo protectorado británico, la segregación de las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones, que integrarían un Estado independiente junto con la Banda Oriental.

Aunque el proyecto no tuvo principios de ejecución, dañó seriamente las relaciones argentino-brasileñas. A estos antecedentes vino a sumarse, en 1850, la violación de la frontera brasileño-uruguaya por tropas imperiales. El gobierno argentino protestó, ya que, de acuerdo con el tratado de 1828, debía velar por la integridad de la soberanía del Uruguay. Al repetirse la violación, y no darse satisfacción a sus reclamaciones, el embajador argentino, general Tomás Guido, pidió sus pasaportes. Sobrevino la ruptura de relaciones y la guerra. Paralelamente, acontecimientos de la política interna habían enfriado las relaciones del gobernador de Entre Ríos, general Justo José de Urquiza, con el de Buenos Aires; esta circunstancia, unida a la importancia de los efectivos que comandaba Urquiza, acrecentados con motivo de la grave tensión argentino-brasileña, hizo que se influyese en el ánimo del caudillo entrerriano con el fin de obtener un pronunciamiento adverso a la política de Rosas. Producido éste, Urquiza llevó a la provincia de Entre Ríos a una alianza con el Imperio del Brasil y el Estado Oriental. Los ejércitos de estos países, unidos a los efectivos entrerriano-correntinos de Urquiza, enfrentaron a las fuerzas de la Confederación Argentina en Caseros, el 3 de febrero de 1852; la lucha se resolvió en favor de los aliados. Rosas hubo de resignar el poder que había ejercido discrecionalmente durante casi dos décadas; abandonó el país y se radicó en Southampton, Inglaterra, donde falleció un cuarto de siglo después, el 14 de marzo de 1877.