Ejemplares raros y terribles de la fauna brasileña


No menos rico que el vegetal es el reino animal en Brasil. En su vasto territorio se encuentran mamíferos y aves de variados géneros y especies, y abundantísimos peces en el mar y en los ríos.

Los monos pueblan las florestas del interior del país, aunque tampoco faltan en la costa.

Los carniceros comprenden al jaguar, el puma, el lobo rojo, el aguarachay o zorro, varios gatos monteses, el coatí, el mano pelada, el irará, las zorrillas nutrias.

Las focas o lobos marinos del género Otaria también son carnívoros; se encuentran en las costas, pero abundan en la isla Lobos, del estado de Santa Catalina.

Hay gran variedad de roedores; figura entre ellos el de mayor tamaño que se conoce, el capivara; el agutí es perseguido por su carne, considerada más sabrosa que la de liebre.

El tapir o anta es el mayor de los mamíferos indígenas; se estima su carne como alimento, y su piel se dedica a varios usos.

No menos estimados, como caza, son los jabalíes que andan en grandes piaras por las selvas.

Los ciervos y corzos suelen vivir en lugares húmedos, o en los pantanos, y también en los bosques. Su tamaño es menor que el de los ciervos europeos o norteamericanos.

Los desdentados están representados por los armadillos, los hormigueros y tamandúas.

Cetáceos hay muchos, entre ellos el manatí y varias clases de ballenas.

Las aves son muy numerosas y de hermoso plumaje.

Los saurios, quelonios y ofidios son numerosísimos. De los primeros, hay cocodrilos muy feroces, que miden hasta 5 metros de largo, y distintas clases de lagartos y camaleones. Las tortugas no son nada escasas, y en. el estado de Amazonas se come su carne diariamente. Las serpientes, así venenosas como sin veneno, se encuentran en todas partes. De las venenosas, la mayor es la surucucú, de hermoso color anaranjado, con una serie longitudinal de grandes rombos negros sobre el dorso; otras muy comunes son la jararacucu, la urutú notable por la regularidad de su coloración, el crótalo o serpiente de cascabel.

Entre las que no tienen veneno, la más digna de mención es la musurana, que ataca y devora a las demás serpientes, especialmente a las venenosas, siendo, por lo tanto, un valioso auxiliar del hombre.

El sucurí, de vida acuática, es el gigante de los ofidios brasileños. Vive en las charcas y lagunas del interior de los estados de Amazonas, Mato Grosso y Goiás. Es muy peligroso, por su tamaño, que llega a 10 metros; por su tremenda fuerza, superior a la de seis hombres robustos, y por su voracidad. Pocas veces ataca a las personas; pero es muy perjudicial para el ganado, porque come terneros, ovejas, perros y cualesquiera otros animales que pueda apresar.

La boa constrictor, bastante más chica que el sucurí, pues casi nunca excede de 4 metros de longitud, es también dañina, aunque no tanto.

Los peces son en extremo abundantes. El mayor de los de agua dulce es el pirarucú, que pesa hasta más de 100 kilogramos; habita el Amazonas exclusivamente, y es objeto de activa pesca, por ser su carne un excelente manjar.

El poraqué, especie de anguila de gran tamaño, está dotado de un poderoso aparato eléctrico, con cuya descarga aturde y hasta mata a los animales que pasan a su alcance.

La trairamboia, además de las branquias, posee un par de pulmones que le permiten respirar el aire atmosférico cuando se evapora el agua donde vive. Una vez reducido a este extremo, el pez excava un hoyo en el fango, y allí sepultado pasa el verano durmiendo, hasta que la llegada de las lluvias le hace volver a la vida acuática.

En las cavernas de Ipiranga existe un bagre completamente ciego, que compensa la falta de vista con los sentidos del olfato y del tacto, los cuales tiene muy desarrollados.

Hay muchísimos otros peces, tanto curiosos como útiles; figuran entre estos últimos el jaú, el surubí, el pintado y otras clases de bagres.

Los tamoatás y botoados andan sobre la tierra, arrastrándose, para pasar de una laguna a otra.

Los dorados, pacús y tambaquís son exquisitos; las piranhas, verdaderos tigres fluviales, inspiran temor por sus terribles dientes y por su ferocidad, pues en pocos minutos devoran a cualquier animal que, herido, caiga accidentalmente al agua.