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ADIVINACIÓN

LA LUCHA CONTRA LA ADIVINACIÓN


Combatir estas necedades con citas teológicas de los Santos Padres, o con razones de filosofía y sentido común, es superfluo.

Los sectarios son locos o tontos de remate, aunque han adolecido de esta enfermedad sujetos al parecer cuerdos, y en otros asuntos discretos y sabios.

El mejor remedio es la fustigación moral y social por medio de la sátira y del ridículo, con que se curan varias locuras sociales. El que no se enmiende y abjure en vista de la prohibición divina, arriba citada, no se corregirá ni convertirá por citarle a Santo Tomás.

Ni las censuras de la Iglesia, ni la sanción de las leyes civiles han sido suficientes para impedir que fanáticos, tontos y supersticiosos quisieran saber el porvenir, cuando ni aun acertaban con lo presente.

El Concilio Iliberitano prohíbe ya varias supersticiones y el encender cirios en los cementerios e inquietar los espíritus de los santos. Poco después el de Ancira prohíbe las adivinaciones (can. 24). San Jerónimo declara que siempre se deben echar a mala parte.

Aun en materia de revelaciones, aconseja Santa Teresa, gran maestra en este asunto, que se desconfíe de ellas, porque casi todas son falsas y es triste cosa “buscar una verdad entre cien mentiras”.

La adivinación en la Biblia

La adivinación en la antigua Grecia y Roma

La adivinación en la Edad Media

La lucha contra la adivinación

La adivinación en la legislación

Las leyes contra la adivinación en España

Cambios en las leyes contra la adivinación

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