El secreto de los rayos X nos es por fin revelado


Por espacio de veinte años, todos los hombres de ciencia realizaron grandes esfuerzos para averiguar lo que son los rayos X. Una de las cosas que acerca de ellos han descubierto, es que poseen un poder misterioso, capaz de producir mucho bien, y de hacer mucho daño. Han aliviado varias clases de dolencias y removido muchas de las dificultades con que tropezaban cirujanos y médicos, permitiéndoles ver los huesos y algunos de los principales órganos de los pacientes, y han producido excelentes resultados en la curación de algunas enfermedades. Pero muchas de las personas que primeramente los usaron con fines terapéuticos se vieron atacadas por una nueva y extraña dolencia, llamada la enfermedad de los rayos X. Los que operan con ellos en los hospitales tienen que ser protegidos con escudos de plomo y guantes de caucho, pues perjudican a los que los manejan de continuo, a pesar de beneficiar a los que sólo permanecen expuestos a su influencia contadas veces en su vida. Los que manejan con frecuencia los rayos X se ponen en grave riesgo de perjudicar su salud; y si exponen constantemente las manos a la influencia de aquellos, sufrirán de un modo terrible. Modernamente se construyen en los hospitales pequeñas cámaras de plomo, en las que penetran los enfermos, en tanto que el operador manipula los expresados rayos desde fuera, valiéndose de un espejo. De este modo, el módico puede operar sin peligro y el enfermo tampoco sufre daño alguno. A pesar de los numerosos trabajos realizados, transcurrió mucho tiempo antes de descubrirse cuál era la naturaleza de estos rayos. Algunos supusieron que eran diminutas partículas de materia en estado radiante; otros los consideraron como violentas explosiones de energía eléctrica. Todos creyeron que eran algo en extremo potente, que salía despedido a manera de una lluvia de balas llameantes, o como una estocada de luz, a través de la materia sólida. Lo peor era que nadie encontraba la manera de hacerles cambiar de camino y marchar en otra dirección, cosa que bien fácil es de hacer con los rayos de luz visibles, por medio de un espejo, y que los hombres de ciencia efectúan con la misma facilidad con los sistemas de ondas eléctricas invisibles que se usan en la telegrafía sin hilos. Pero por espacio de diecisiete años nadie pudo hacer cambiar la dirección que tomaban los rayos X cuando salían del tubo de vacío. Sin embargo, por fin se descubrió que, si se interpone un cristal en el camino de los rayos X, y se coloca detrás de él una placa fotográfica, la fotografía nos revela que los rayos han cambiado de dirección. Empleando diversos cristales, se ha comprobado que la naturaleza de los rayos X es la misma que la de la luz visible y la de las ondas eléctricas de la telegrafía sin hilos. La única diferencia consiste en que las de los rayos X son de una frecuencia mayor.