Los cafés, centros de reunión y esparcimiento


Recibe el nombre de café, la casa o sitio público donde se expende y se toma esta bebida. Los cafés han gozado y gozan de gran importancia social como centros de reunión y esparcimiento. En ciertos casos las tertulias realizadas en ellos han tenido un carácter definido, particularmente de tipo literario o político.

Los primeros cafés se instalaron en Arabia, especialmente en La Meca, en el siglo xv; se extendieron a Turquía, y luego a Egipto, para pasar, más tarde, al mundo occidental. Uno de los primeros cafés europeos se estableció en Venecia hacia el año 1640.

Pascual Rosee, natural de Ragusa, abrió el primer café de Londres en el año 1652. Al principio pocos londinenses se interesaron por él; pero nuestro hombre, que tenía sentido de la propaganda, escribió y distribuyó por la ciudad un folleto en el cual detallaba las virtudes del café, enseñaba a prepararlo y lo presentaba como un tónico ideal... Los ingleses se sugestionaron, la bebida gustó, y al poco tiempo el negocio prosperaba.

Con la instalación de nuevos cafés, Londres se convirtió en el campo de una nueva batalla del café. La bebida agradaba tanto que los lugares públicos donde se servía se convirtieron en puntos de reunión muy concurridos. En ellos se discutía de política, religión, filosofía, negocios. Las reuniones comenzaban por la mañana, las horas pasaban, la noche llegaba y los clientes continuaban bebiendo café y conversando. Las amas de casa, que no conseguían arrancar a sus esposos de la seducción de la nueva bebida y de las charlas de café, urdieron una intriga y fueron en comisión a entrevistar al rey Carlos II, a quien dijeron que en aquellos locales se conspiraba contra su vida. Y como algo de cierto había en eso, el rey ordenó el cierre de los establecimientos existentes y decretó la prohibición de abrir otros. Pero a la muerte de Carlos II el café volvió a conquistar su popularidad, ya definitivamente.

En París, el primer café se inauguró en el año 1662. La Ciudad Luz tuvo pronto famosos cafés, entre ellos el de Procopio, que contó entre sus clientes a Voltaire; el de Caveau, al que concurrían los girondinos. Al de Corazza iban los jacobinos, y al de Valois, los realistas. Fueron también célebres el de la Regencia, frecuentado por Robespierre, y el de Lamblin, por los bonapartistas.

Y como en Francia, en todo el resto de Europa, particularmente en Alemania, el café conquistaba los espíritus más brillantes, a tal punto, que Juan Sebastián Bach, el inmortal compositor, ¡llegó a escribir una comedia musical en elogio del café!

Uno de los principales cafés de la capital española fue la antigua botillería de Pombo. En el Madrid político y literario del siglo xix, el café tuvo una influencia importante, sobre todo entre escritores costumbristas.

Hacia 1770 se abrieron en París cafés en los que se daban conciertos o se celebraban ciertos espectáculos; este tipo de establecimientos ha dado lugar al café concert o café cantante, con modalidades muy diversas.