Las disputas que el café promovió en Turquía


En este país, el café sería también causa de innúmeras contiendas.

Cuéntase que Selim 1, vencido por el cansancio después de una batalla, quejábase de la fatiga cuando un prisionero, que a su generosidad debía el haber salvado la vida, le ofreció como muestra de agradecimiento una taza de la aromática infusión. El sultán tomó la bebida y al punto se sintió reanimado y bien dispuesto, tanto que recompensó al prisionero con la libertad y ordenó que las semillas del cafeto fueran transportadas a Constantinopla, donde poco tiempo después era el café una bebida popular.

Pero era el destino de esta bebida, en su marcha por el mundo, provocar contiendas. Los reyes y los emperadores debían comportarse delante de ella como frente a algo verdaderamente fuera de lo común. Ninguno podía permanecer indiferente; parecía necesario estar en su favor o en su contra; ser su enemigo o su defensor. Así, mientras Selim I era entusiasta del café, otros sultanes posteriores fueron sus enemigos más encarnizados. Cuando Solimán el Grande reemplazó a Selim en el trono, se levantó un extraño clamor. Almuecines influyentes quejáronse al soberano de que los lugares públicos en que era servida la seductora bebida se habían convertido en verdaderos competidores de las mezquitas. Aquella terrible «droga» atraía a los fieles, quienes dejaban de concurrir a los templos para entregarse al culto de la bebida tentadora...

Nuevamente surgieron defensores y detractores del café; hubo intrigas palatinas y ocultas maniobras destinadas a lograr su prohibición y destierro. El hecho es que los sultanes se sucedieron en el trono, los años pasaron, la batalla continuó y, al final, el café venció. Pero fue a mediados del siglo xvii cuando se permitió oficialmente su uso entre los turcos; hasta entonces había sido procurado y saboreado a escondidas.

Es sumamente curioso leer la observación de un historiador, quien al narrar las luchas trabadas por los que defendían a todo precio la gloria y el gusto de tomar café, dice: «¡Y pensar que, en aquellos tiempos, el café era tomado sin azúcar!».