Perfeccionamiento del globo: Santos Dumont y Zeppelin


Francia, como vemos, fue la cuna de la navegación aérea. No obstante, esos promisorios comienzos sólo significaban la posibilidad de que el hombre realizara un sueño de siglos. En efecto, lo conseguido con el globo sólo era “andar” por el aire a la deriva, y no como había imaginado más de un siglo antes uno de los antecesores que tuvieron los hermanos Montgolfier, el italiano Francesco Lana, quien en 1670 sostuvo que un bote provisto de mástil y vela suspendido de cuatro globos metálicos huecos, en los cuales se hubiese hecho el vacío, ascendería y podría ser guiado en la atmósfera.

Después de muchos ensayos que para dirigir los globos hicieron sus inventores, luego de transcurrido un siglo, en 1884, lo consiguieron otros dos hermanos, Alberto y Gastón Tissandier, que aplicaron un motor eléctrico y una hélice a un globo fusiforme, superando con ello el intento de su compatriota Henri Giffard, quien, para lograrlo, quiso valerse de un motor de vapor.

Estas experiencias despertaron interés en diversos países, especialmente en Francia, Alemania y Austria, cuyos gobiernos alentaron las pruebas. En Francia y Alemania se destacaron por sus demostraciones el brasileño Alberto Santos Dumont, quien las comenzó en 1898, y el conde Ferdinando von Zeppelin, en 1900. Ambos emplearon en sus trabajos diferentes métodos y persiguieron finalidades muy distintas.

Santos Dumont, joven de 25 años, emprendió sus ensayos, guiado por un espíritu deportivo, con pequeños dirigibles. Construyó más de diez de esas aeronaves, hasta que, a pesar de haber atraído la atención de todo el mundo por varias hazañas que con ellas realizó, en 1906 abandonó sus experiencias con globos para dedicarse a la aviación, en la que igualmente se destacó hasta el punto de ser, en julio de ese año, quien primero voló sobre Europa en un aeroplano.

Por el contrario, el conde Zeppelin comenzó sus ensayos con dirigibles rígidos, a los 62 años de edad, después de haberse retirado del ejército prusiano con el grado de general. Por mucho tiempo pensó que la solución del problema de la navegación aérea, para fines civiles y militares, se conseguiría con aeronaves de gran tamaño, de suficiente poder ascensional, a fin de obtener buenas velocidades que permitiesen superar las de los vientos contrarios y eludir violentas situaciones meteorológicas. Estos principios lo orientaron hacia la construcción de gigantescos dirigibles, al principio con forma de inmensos cigarros, con una armazón metálica cubierta con tela. Los dirigibles Zeppelin llevaban el hidrógeno en un número determinado de globos especiales llamados “bolsas de gas”, instalados entre los grandes anillos del esqueleto.