NO HAGAMOS MAL A LOS PÁJAROS


De todos los seres de la Naturaleza, los pájaros son los que cuentan con más enemigos, que sin cesar los amenazan y persiguen. El hombre mismo, a pesar de admirarlos poéticamente, no es de los que menos contribuyen a su persecución; pues por tenerlos en cautividad, o por su carne, o por la belleza de sus plumas o por los daños que se les imputan y que raramente hacen en los cultivos, los persigue sin descanso.

Lo cierto es que en todos los países y en todos los climas, hay aves y pájaros bienhechores que nos libran de insectos que son un verdadero azote, evitándonos con ello multitud de perjuicios y enfermedades.

De no haber otras laudables razones, únicamente por este señalado beneficio que nos reportan las aves en general, son severamente censurables cuantos actos de crueldad se llevan a cabo contra ellas, como arrancarles las plumas, espantarlas, destruir los nidos que ellas fabrican con tanto primor, paciencia y habilidad, y, especialmente, arrebatar a la madre sus polluelos, pues esta acción revela una gran cobardía.

Sin embargo, es tal el carácter de sociabilidad de algunas aves que, al no verse expuestas a malos tratos, pierden su natural temor al hombre y llegan a familiarizarse con él. Así, se han visto pájaros que han construido sus nidos en el interior de las casas y hasta dentro de los vagones de los ferrocarriles, donde han permanecido todo el tiempo necesario para la cría de sus pequeñuelos, sin asustarse del estrépito de la marcha, de la velocidad y cruce del tren a través de los túneles, ni del cargar y transbordar de las mercancías en las diferentes estaciones.