LAS ABEJAS - Jorge de Layens


Todos los días, desde la primera hora de sol, desde la vuelta de las exploradoras de la aurora, la colmena que despierta escucha las buenas noticias de la tierra...

¡Pronto! Hay que organizarse, tomar medidas y distribuir la tarea.

Cinco mil de las más robustas irán hasta los tilos, tres mil de las más jóvenes animarán el trébol blanco. Éstas chupaban ayer el néctar de las corolas, hoy, para que descanse la lengua y las glándulas del estómago, irán a recoger el polen rojo de la reseda; aquéllas el polen amarillo de los grandes lirios, porque no veréis nunca que una abeja recoja o mezcle polen de distinto color y especie, y la colocación metódica en los graneros, de acuerdo con los matices y el origen de la hermosa harina perfumada, es una de las grandes preocupaciones de la colmena. Así son distribuidas las órdenes por el genio oculto. Las trabajadoras salen enseguida en largas filas y cada cual vuela derecho a su tarea.

Parece que las abejas están perfectamente informadas respecto de la localidad, el valor melífero y la relativa distancia de todas las plantas que se hallan en cierto radio, en torno de la colmena.

Si se observan con cuidado las diversas direcciones que toman las re-colectoras, y si se va a ver en detalle las cosechas de las abejas en las diversas plantas de los contornos, compruébase que las obreras se distribuyen sobre las flores proporcionalmente al número de plantas de la misma especie y a su riqueza melífera a la vez. Aun hay más: cada día calculan el valor del mejor líquido que pueden cosechar.

Si, por ejemplo, en la primavera, después del florecimiento de los sauces, y cuando nada ha florecido aún en los campos, las abejas no tienen más recursos que las primeras flores de los bosques, puede vérselas visitando activamente las anémonas, las pulmonarias, las aliagas y las violetas. Algunos días después, cuando florecen en gran número los campos de coles o de colza, se verá que las abejas abandonan casi por completo la visita a las plantas de los bosques, todavía en pleno florecimiento, para consagrarse a visitar a las flores de col o de colza.

Todos los días organizan así su distribución en las plantas, para cosechar el mejor líquido azucarado en el menor tiempo posible.