Curiosa amistad de un rinoceronte con una cabra


Como sabemos ya, la hembra adulta del hipopótamo, cuando lleva a beber a su hijo a una laguna, lo hace marchar delante, quedándose ella a retaguardia para vigilar atentamente si lo amenaza algún peligro. El cazador logra descubrir los bien trillados senderos que, a través de las cañas, de la hierba o de los arbustos, conducen hasta el agua que los hipopótamos beben; cava un hoyo grande en ellos y lo cubre cuidadosamente con ramas; madre e hijo se encaminan hacia el agua, presurosos, y cuando este último pone el pie sobre la trampa, la tierra parece hundirse y desaparece de la vista de su madre.

Si ésta viese algún enemigo descubierto que atacase a su hijo, arrojaríase, furiosa, sobre el atacante; pero, ante el impenetrable misterio de esta desaparición, da media vuelta y parte como un rayo para buscar refugio en el agua. Acuden los cazadores entonces, atan la cabeza y las pata" delanteras del joven animal por medio de lazos corredizos, lo izan de su prisión, le aseguran las cuatro extremidades y lo amarran de manera que pueda ser transportado.

De un modo análogo se caza al rinoceronte pequeño; pero la operación es más fácil, porque este animal tiene mucho mejor carácter que el hipopótamo y se logra bien pronto enseñarle a seguir a sus apresadores como un perro. Un rinoceronte cogido en el interior de África trabó al punto amistad con una cabra mansa, un buitre, una cigüeña y un cinocéfalo, los cuales no se separaron de él durante todo el tiempo que duró el viaje hasta la costa. Su amistad fue íntima con la cabra, porque ésta, al principio, lo amamantó con su leche. El rinoceronte fue llevado a Alemania, y también hubo que llevar la cabra con él; y cuando fue fotografiado la última vez, el rinoceronte había adquirido ya la enorme corpulencia de los adultos de su especie, en tanto que la cabra mostrábase orgullosa de ser madre de dos lindos cabritos que vivían como en familia con el monstruoso animal.