El sueño invernal de los animales es una verdadera necesidad


En la familia de las marmotas las hay que ofrecen la particularidad siguiente: no satisfechas de la ordinaria vivienda que ocupan durante el estío, y que está a unos dos metros bajo tierra, excavan nuevas galerías a mayor profundidad, para alejarse de las influencias de la escarcha y de la nieve. Luego que han recogido su cosecha para el invierno, cierran el orificio do entrada, quedando en tal forma aisladas del exterior. Cuando llega la primavera no intentan abrir el agujero tapado, sino que hacen uno nuevo y por él salen.

El sueño invernal de los animales no es en éstos un capricho, ni es voluntario, sino una verdadera necesidad; pero, a pesar de ser tan antigua en ellos la costumbre de entregarse a esa reclusión, prescinden de ella enteramente apenas se les alteran las condiciones de vida. Hemos visto cómo las ranas descienden al cieno del fondo de los pantanos, para aletargarse allí; no obstante, si tenemos en ello algún empeño, podemos hacer que pasen el invierno sin dormir. Cuéntase de cierto individuo que tema una rana, la cual habitaba en un agujero abierto en la pared de una cocina. Todos los inviernos la rana descendía con frecuencia de su retiro, y se instalaba lo más cerca posible del fuego, disfrutando de su calor tranquilamente. De esta suerte transcurrieron dos o tres años, sin que la rana tuviese necesidad de recurrir al sueño invernal. Una joven conservaba una tortuga en una jaula que calentaba todos los inviernos. El reptil, bien alimentado y abrigado, pasaba las estaciones frías durmiendo solamente las horas ordinarias, mientras otra tortuga, que la misma joven tenía en su jardín, se ocultaba bajo las hojas caídas ya en otoño y dormía hasta que la temperie cambiara de nuevo.

Todos sabemos que un hombre rodeado de una temperatura igual a la de su cuerpo, y manteniéndose en la inacción, puede vivir cierto tiempo sin tomar ningún alimento. El hambre y la sed se le hacen sensibles al principio; luego tan sólo un deseo irresistible le dormir es lo que lo domina. Si este mismo hombre, en vez de permanecer quieto, hubiese de moverse o trabajar, necesariamente moriría; pero en las condiciones arriba indicadas, es decir, en un lugar caliente y provisto de aire puro, puede vivir algunos días sin comer ni beber. Ahora bien, si un hombre puede hacer esto, no ha de admirarnos que los animales de sangre fría, como los reptiles, los anfibios y los peces, puedan pasar un invierno sin comer y sin necesitar una continua inhalación de oxígeno, pues, como hemos visto, dejan en cierto modo de respirar al ritmo normal.

Sin embargo, esto no es tan fácil para animales que deben comer frecuentemente durante su sueño invernal, y más aún para los carnívoros, que no han aprendido a hacer sus provisiones para el invierno, con excepción de los zorros de las regiones árticas, que encierran en sus guaridas parte de los animales cazados, para alimentarse de ellos. Y si es admirable que estos zorros sean tan hábiles y previsores, no es difícil de comprender que les sería imposible hacer suficiente acopio de alimentos a los osos grandes; por ello, como no comen nada, su sueño no es interrumpido.

Es, pues, ese sueño un fenómeno en extremo curioso y que ofrece ancho campo al estudio y a la observación, aun de los más entendidos.