Los leopardos se esconden en las ramas para acechar su presa


No existe animal más bonito que el leopardo, pero tampoco lo hay más cruel. El leopardo se parece más al tigre que al león, pues carece de melena; pero su piel tiene manchas, en lugar de rayas como la del tigre. Cuando los leopardos se hallan en estado salvaje, son más temibles que los mismos leones o tigres, ya que trepan a los árboles con suma facilidad, cosa que no hacen estos últimos. Permanecen en acecho, agazapados sobre alguna rama, y en cuanto pasa un animal o un niño, se le echan encima y lo destrozan. A los gatos les gusta jugar con las ratas, antes de matarlas; pero el leopardo no suele jugar con sus víctimas, pues parece hallar todo su placer en matar. Cierta noche, en África del Sur, dos leopardos de gran tamaño y otros tres más pequeños penetraron en un redil y mataron cerca de cien ovejas. El leopardo es sumamente astuto; no ataca al hombre si éste lleva un fusil, pero se echará encima de cualquier infeliz que no vaya armado. Los que más expuestos se hallan a sus ataques son las mujeres y los niños; en la India un solo leopardo mató a cien mujeres y niños, de los que acostumbraban ir a sacar agua a un pozo cercano a la aldea en que vivían.

Algunos félidos pueden vivir en lugares muy fríos; se les da el nombre de pantera de las nieves. Se los halla en las altas montañas del Asia central, donde la nieve cubre casi siempre el suelo; su pelo largo los protege contra las bajas temperaturas de aquellos lugares, y la circunstancia de ser casi blancos les permite deslizarse sin ser vistos sobre la superficie de la nieve y caer de improviso sobre su presa. Cuando se les coge y traslada a países más cálidos, en los cuales no suele caer nieve, su piel se vuelve con frecuencia de un color más oscuro.

El jaguar o tigre americano es un animal de aspecto más terrible que el del leopardo. Las patas son más gruesas, la cabeza más voluminosa, y las manchas de su piel, en lugar de ser anillos como en la del leopardo, tienen forma de rosetas. Trepa por los árboles lo mismo que el leopardo, para lanzarse desde allí sobre sus víctimas. Vive en América y acomete a casi todos los animales. Tiene, como el león, la costumbre de rugir por las noches. En los países sudamericanos donde habita, devora gran número de reses vacunas y de caballos. A veces se conoce su presencia en algunos lugares por los profundos surcos que abre en la corteza de ciertos árboles, al afilarse las garras en ellos, lo mismo que suelen hacer los gatos domésticos al rascar con las uñas las patas de los muebles, etcétera.